¿Si siempre
es el mismo recorrido por qué no haces el mismo tiempo? Eso me dijeron hace
poco menos de una semana. Ahora la pregunta resuena otra vez en mi cabeza
cuando tan solo quedan unos segundos para que arranque la carrera. Por supuesto
que el reto sigue siendo bajar de los 38 minutos que me permitirían repetir el
año que viene. Ni que decir tiene que también es el mismo circuito, el de todos
los años en los que he participado.
Lo cierto es
que si es el mismo recorrido y yo soy el mismo que la corro desde hace años, es
lógico pensar que haré siempre el mismo tiempo. Pero no. Mientras rodaba en los
calentamientos antes de las series que he ido haciendo desde entonces, he
llegado a la conclusión que el tiempo que haga en la carrera va a depender de
diferentes variables que he trabajado durante el año:
X: Fondo. Esta variable la
desarrollo durante el verano con la bicicleta. Si en la edición de 2012 hice un
buen resultado en la carrera que va a arrancar en pocos minutos fue también por
la cantidad de kilómetros que hice en ella. Y es que ese año hice las marchas
de El soplao y la Perico que preparé a conciencia. Me recuerdo que este pasado
verano apenas he cogido la bici, solo los fines de semana así que poco va a
ayudar. Esta variable es importante pero no la más. En la fórmula tiene una
progresión geométrica multiplicada por 3. 3x,
eso es.
Y: velocidad. Esta variable la
trabajo a partir de octubre. No es ni más ni menos que la velocidad máxima a la
que he corrido en las series: de un minuto, pirámides, cuestas, progresivos...
Este año he intentado ir al máximo y me probé en la carrera de Rivas de 5.300
metros, donde pesa más la variable y
que la x. Hice un discreto 19:48 lo
que es un ritmo de 3:42 el km. Está bien pero tendría que haber sido mejor si
aquí quiero bajar de 38, que es a menos de 3:48 el kilómetro. Esta sí que es la
más importante y su progresión es exponencial. Será y3.
G: golosadas. O lo que es lo
mismo, la cantidad de dulces y comilonas que me he dado en los últimos días. A
nadie se le escapa que esta carrera se disputa en unas fechas muy malas como
para privarse de estos caprichos. Y creo que el plato combinado de lomo con
huevos y patatas que me he metido para el cuerpo a la hora de comer no me va a
ayudar mucho. En la fórmula esta variable es negativa. Y tiene una progresión
geométrica. -2g.
N: Pensamientos negativos durante
la carrera. Y es que ¿cuantas veces no he perdido una carrera contra mí mismo
pensando en cosas negativas? Que mira que mal he salido, que si voy demasiado
rápido, si voy lento, tenía que haberme colocado delante... Me repito (porque
en todas las carreras me lo digo antes de salir) que no debo pensar en
negativo. Y como negativo que es, ese es su valor aritmético por ella misma: -n.
Y por último
la variable c: c de Cojones. Porque sé que cuando el cansancio me pueda, cuando el
resto de variables hayan echado el resto, esta será la única que se mantenga.
Como solo por cojones no se consiguen las cosas, el valor es aritmético por
ella misma: c. A secas.
Finalmente
la función queda así:
ƒ(Estado de forma para bajar de 38)= 3x+y3-g-n+c
Si, lo sé,
cualquiera podría tumbarme la fórmula. No vale para nada. Sus unidades no son
homogéneas y no está empíricamente demostrada. Pero a falta de segundos para
empezar a correr poco importa. Aunque sí lo suficiente.
Avisan que
quedan segundos pero no hay cuenta atrás. Solo un pistoletazo. Pongo el GPS en
marcha y a correr. La salida es frenética. Voy pegado a otros corredores y abro
los brazos con las manos por delante. Me empujan desde atrás y trato de
amortiguar lo máximo, pero con la inercia empujo a su vez al que tengo delante.
No me piden perdón. Yo tampoco lo hago. Es lo que hay y todos lo sabemos.
A los pocos metros ya se puede correr mejor y bajo los brazos.
Subiendo Concha
Espina no dejo de mirar el suelo sobre el que pisa el atleta que tengo frente a
mí. Hay socavones revienta tobillos cada dos por tres y trato de evitarlos.
Cuando llegamos arriba giramos por Serrano. Comienzo a bajar. Empezamos a
formar un pequeño pelotón que vamos al mismo ritmo. Veo mujeres y hombres que
llevan camisetas conocidas de otras muchas carreras: AD Maratón, Diablillos, AD
Alcorcón...
No llevamos
más de unos centenares de metros después del giro y de repente se va la luz.
¿Qué pasa? Mis ojos tardan un instante en adaptarse a la oscuridad y no dejo de
mirar el suelo un par de metros delante. A duras penas se ve el asfalto e
incluso a los corredores que tengo alrededor. Unos gritan, otros no paran de
decir "¡cuidado cuidado!". Otro bromea diciendo que si los que viven
en la calle Serrano no son capaces de pagar las facturas de la luz. Solo veo
bien el suelo reflejado en verde o rojo cuando pasamos bajo algún semáforo.
Después de casi un minuto que se hace eterno, por fin veo al fondo unas farolas
encendidas y al poco entro en los nuevos haces de luz. Si pienso en el tiempo
que habré perdido corriendo a oscuras le voy a dar alas a la variable n. Miro el GPS. Voy a buen ritmo. El
suficiente para bajar de 38. Olvido el apagón.
Alfombrilla
del kilómetro 2,5. La piso, miro el GPS y hago cálculos en mi cabeza. Debería
pasar antes de 9:42. Lo he hecho antes. Bien. Pero también pienso que debo
reservar para los dos kilómetros finales. Bajo un poco el ritmo y los
compañeros que llevaba casi desde el principio se van hacia delante. Se van los
AD Maratón, Diablillos y AD Alcorcón y poco a poco me empieza a absorber otro
pelotón. Me doy cuenta que hay más gente que en otras ocasiones. Vamos ocupando
toda la anchura de la calle Serrano.
Alfombrilla
del kilómetro 5 frente al museo del Prado. Miro el GPS. El ritmo es más bajo
que la del 2,5, pero era lo esperado después de bajar la velocidad. El tiempo
es bueno y voy reservando para los últimos 2 kilómetros. Pienso en la carrera
de Rivas. Terminaba unos metros después de esa alfombrilla y estoy en esa
marca. Estoy forzando la variable y.
Atocha y
después Menéndez Pelayo. Ahora hay mucha más afición a un lado y a otro de la
calle. Intento afinar el oído por si oigo a Carol. Me ha dicho que estaría por
aquí. Hay tanta gente y forman tanto bullicio que no escucho bien.
Pacifico. A
mi derecha las oficinas donde trabajo. No quiero mirar el edificio, ni las
letras de color azul que lo identifican. No lo hago. Hoy es el último día de un
año que laboralmente es mejor olvidar por lo que hay que intentar pensar que el
que mañana empieza será mejor. Aunque en realidad llevo más de un año jodido,
¿qué puede hacerme pensar que será mejor? Que sí, que puede ser mucho peor: que
me hayan echado a mí, que no tenga trabajo... pero eso no quita que me joda.
Quizá el problema sea mío, quizá idealizo el trabajo, le pongo más sentimiento
y ya se sabe lo que pasa cuando uno se toma así las cosas. Lo que en otras
ediciones de esta carrera era orgullo y satisfacción por pasar cerca de mi trabajo
ahora es rabia. Rabia. Entro en un bucle. La variable n se acrecienta. Tengo que pensar en otra cosa porque estoy a punto
de irme mentalmente de la carrera. Pienso en Gino y la Bicicleta. GI-NO. BI-CI-CLE-TA.
Me imagino a Gino bajando por aquí, por Ciudad de Barcelona con su bicicleta de
acero, su cambio vitoria y rodando a toda pastilla. Yo también me veo sobre mi
bici: plato grande, manos en la parte baja del manillar, cabeza baja. En lugar
de correr estoy pedaleando y la velocidad se acrecienta. Lo olvido.
Almohadilla
del 7,5 antes del giro a Monte Igueldo. Miro el GPS. Estoy donde, casi cuando
quería. Al fin y al cabo la fórmula del estado de forma se limita al espacio-
tiempo. ¡Eso es! Esas son las unidades. Estar en el sitio y el momento que uno
quiere, o más bien puede. Miro a la derecha, están mi padre y mi tío donde
siempre. Levanto la mano para hacerles ver que les he visto y les oigo un
"¡vamos, vamos!". Por Vallecas empieza una nueva carrera sin arco de
salida. Y es la más importante. Pienso en ritmos y variables. La x va jodida, la y al máximo y la c aún
por entrar en juego. Al final de la calle hay una subida que conozco. No por
ella bajo el ritmo. Cuando la ataco subo también por la cuesta del Cerro y la
empinadísima de la carrera de Arganda. Estoy también allí. Pero lo curioso es
que cuando entrenaba en esos sitios también estaba subiendo aquí. Y ahora. Delante mía
hay dos corredores que van más lentos
que yo. Fuerzo al máximo la y. Voy a
pasarles por la izquierda pero la gente que anima tapona el espacio y por la
derecha adelanta otro. No puedo pasar. ¡No puedo pasar! Noto como tengo que
bajar el ritmo. Mierda. Mis piernas respiran pero yo no quiero que lo hagan.
Cuando terminamos la cuesta me meto por la izquierda. Si un aficionado se
asomara ahora me lo llevaría colgado, pero no sale ninguno. Ufff. Pienso en el
tiempo perdido. Aumento el ritmo como aumenta n. Mierda. Pienso que no debía haber bajado la velocidad al
principio. Mierdamierda. Aumenta mucho más n.
Cuando paso por el kilómetro 9 voy apurado pero compruebo el tiempo. Trato de
olvidar el tapón y pienso que puedo meter el tiempo. Puedopuedopuedo. Ahora ya
no queda nada que rascar de x, ni de y, ni de su... madre. Solo queda la c. Y si va a ser por cojones tengo que
adelantar a todos los atletas que van a mi lado para que no me taponen en la
cuesta que queda antes de entrar al estadio. Me pongo a ello, adelanto a dos.
Otro más adelante. Pero sigue habiendo más y más gente.
Voy a tope.
Respiro agitado. Siento más rápido de lo que respiro y respiro más rápido de lo
que pienso. Y lo que pienso es que quiero que esto termine pero siento. Siento
agonía por el esfuerzo y por no conseguir el tiempo que quiero.
¿Dónde está
el estadio? ¿Por qué hay tanto giro y tanto callejeo? Última cuesta bordeando
el estadio. Miro el GPS. Algo más de un minuto para meter el tiempo. Otro tapón
de corredores aunque aquí hay vallas para evitar que los que animan se echen
encima. Al final termino adelantándolos cruzándome desde la izquierda hacia la
derecha. Hago más metros. Mierdamierda. Queda tan poco que ya da igual n. Sé lo que queda para terminar: 300 ó
400 metros como mucho. Si fuera Jesse en la final de los 100 de Berlín lo
metería sin problemas. Hago cálculos para pensar y así dejar de sufrir: 10,03
en 100 metros es un cálculo bastante redondo: a 10 m/s que en minuto/km es a
1:40. Con lo que queda por hacer me conformaría con algo menos de la mitad de
lento. Pero no. Termina la cuesta, entrada al estadio. Noto una arcada ¿por qué
tiene que venir ahora la variable g?
No contaba con ella. Se va tan rápido como ha venido. Alfombrilla sobre el
césped como otros años. Eso conlleva perdida de tracción. Veo la meta, solo
quedan dos curvitas de 90° para llegar a ella. Son cerradas por lo que perderé
tiempo en los giros. Sigo rodeado de mucha gente. Antes de la siguiente curva
adelanto a dos y al girar tengo de frente la grada. La misma en la que venía a
ver el fútbol con mi abuelo. Entonces pienso en Alex y quiero que en la próxima
edición, cuando tenga un añito, venga al estadio acompañado de su madre para ver
a su padre. Así como hace años su padre venía con su bisabuelo a ver al Rayito.
Miro el tiempo de la meta. Sólo quedan segundos para pasar el 38. Sé que no lo
voy a meter. No tiro la toalla, hay veces que estos cacharros fallan y no puedo
sacrificar todo este esfuerzo. No, eso no. Última curva. Aprieto más. Esprinto.
Siento un golpe en mi tripa. Es el codo de un corredor que iba delante de mí. No
es que me haya dado, es que yo me he llevado el codo por delante al esprintar.
Entro en meta cuando el cronómetro ha pasado un par de segundos el minuto 38.
Paro. No lo
he conseguido.
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