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Viene de aquí.
Jesse va de
camino al instituto, cabizbajo. Esa mañana entra pronto, pero no va a esperar a
Ruth en la puerta como así ha hecho los otro días. Y no lo va a hacer porque
esté enfadado con ella, ni mucho menos. Entiende que le dijera la primera calle
que se le pasó por la cabeza cuando le preguntó en cual vivía. ¿Cómo se le
ocurrió preguntarle eso? ¿Cómo se lo iba a decir así, a la primera de cambio?
¿En que estaba pensando? Ese es el problema: no piensa cuando ella está cerca.
No sabe el motivo, ni la razón. Se pone nervioso, se bloquea. Sólo puede
mirarla embobado.
Se siente
avergonzado de sí mismo. Tanto que no quiere volver a verla. Más bien no quiere
que ella le vea a él. Afortunadamente Ruth es de primero año y el de segundo,
no tendrían por qué coincidir en las clases, que es bastante. Ha pensado mucho
en ello, la clase de ella está cuatro puertas más cerca de la entrada que la
suya por lo que es Jesse el que pasará por donde ella. Menos mal. No quiere
imaginarse que se ella quien pase por la puerta de su clase y le viera. También
podrían verse en los momentos comunes como los recreos. Pero él lo tiene fácil,
ya que en ese tiempo aprovecha para entrenar con Charles en el gimnasio, o en
el patio trasero. Lo malo, recuerda, que de vez en cuando hay gente que en el
tiempo de recreo también se deja pasar por allí, ¿y si fuera Ruth? Uffff. Se
intenta convencer de que es mejor no pensarlo.
Termina de
subir las escaleras del instituto mirando al suelo, distraído. Ve una pequeña
china, le da una patada y esta sale disparada hacia las piernas de una chica
que se apartan de la trayectoria de la piedra.
—¡Vaya! Solo
faltaba esto —cuando levanta la mirada se da cuenta que es Ruth. Al menos en su
tono no hay enfado.
Jesse se
queda congelado. Quiere morirse de la vergüenza. Mira otra vez al suelo.
—¡Ups!
Perdona. Ha sido…
—Bueno,
realmente soy yo quien te debe una disculpa… —Ruth no le deja terminar.
—No te
preocupes. No debí… —nervioso se rasca la sien.
Tras un breve
silencio, Ruth le dice:
—¿Qué te
parece si empezamos de nuevo? —ella sonríe mientras le tiende la mano en señal
de saludo —mi nombre es Minnie Ruth Salomón.
Jesse la mira
sorprendido, se descubre sonriendo también y estrechando su mano.
—El mío es
Jesse Owens.
—Muy bien,
Jesse Owens. Así que llevas un año estudiando aquí por lo que creo que puedes
contarme algunas cosas…
Los dos se
sientan en el último peldaño de las escaleras y hablan del instituto, de los
profesores. El chico se da cuenta que puede enlazar palabra tras palabra y
mantiene una conversación fluida con ella mientras que mira sus preciosos ojos
marrones. Inexplicablemente puede conservar la calma, observa las pequitas que
cubren su carita y admira su gesto: su mano apoyada en la barbilla mientras con
la otra se aparta el pelo que le cae en la frente.
No son
conscientes que han pasado cientos de alumnos por la puerta hasta que suena un
timbre llamando a la primera clase. Jesse le dice a Ruth:
—Creo que es
hora de ir a clase.
—Sí. Es la
hora.
Ambos se
levantan y entran en el edificio. Antes de cruzar la puerta de su clase, Ruth
le dice:
—Mark Twain.
Vivo en la Calle Mark Twain. Ya sabes, el de las aventuras de Huckleberry Finn.
Jesse solo
puede sonreír. Cuando Ruth no le ve el chico brinca de alegría.