viernes, 12 de septiembre de 2014

Segundo, el impulso (I)


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Para todos los Charles Riley de mi vida, que me enseñaron a conjugar el verbo

poder en presente simple cuando yo solo sabía hacerlo en futuro condicional.

 

Hay quien determina con explícita clarividencia cuando finaliza una etapa en su vida y comienza una nueva. Y lo que es más impresionante, pueden describirlo en el mismo momento que se produce.
Puede que lo perciban por algo que ocurre exteriormente: en el ambiente reina un aire espeso que es barrido por uno limpio, la fragancia primaveral en una extensa pradera, un cambio en la luz o un sabor. El cambio también se puede producir interiormente: hay quien lo refiere a una corazonada, una ligera taquicardia, un suspiro. Puedes dar la espalda a la antigua etapa a través de uno mismo: el salto de un obstáculo, la consecución de un objetivo. Hay quien siente el comienzo de un nuevo período a través de alguien: una mirada indiscreta, una sonrisa cómplice, el tacto de la mano del futuro amante sobre uno mismo. Un beso. El nacimiento de un hijo.
Pero ese no es el caso de Jesse. Él no es de los que determinan el cambio de etapa en la vida en el mismo momento que se produce.
Jesse entra al patio del Instituto de Fairmount y comienza a subir las escaleras que conducen a la entrada. A medida que sube escalón a escalón no es consciente de todo lo que deja atrás. Abandona la infancia de sus días felices, la amargura de los infelices, la dependencia en sus mayores. Deja el arraigo de un pueblo al que tardó en conocer. Pese a que había perdido la inocencia en el andén de una estación, fue entonces cuando definitivamente no volvió a reflejarse en ella.
Atrás deja la tierra.
Se para en el último escalón. Contempla la entrada del instituto.
Como quiera que fuese, Jesse supo, mucho tiempo después, que sobre esas escaleras había comenzado una nueva etapa. Aunque aún no conocía nada relativo al atletismo, ni había participado en ninguna prueba de velocidad, años después se referiría a aquel momento como el comienzo de la fase fundamental de una prueba de los cien metros lisos. La que determina como será la carrera que uno va a hacer hasta la llegada a la línea final. Porque allí, en el Instituto de Fairmount conoció a dos de las personas que marcarían con fuerza y determinación la carrera de su vida.
Allí comenzó el impulso. 

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