lunes, 8 de julio de 2013

La París- Roubaix y el León de Flandes.


La cama donde dormía en casa de mis padres formaba parte del mueble que ocupaba toda una pared de la habitación que compartíamos mi hermano y yo. Cada vez que bajaba la cama aparecían en el hueco que ocupaba ésta las portadas de la revista Ciclismo a fondo con los ciclistas de carretera de entonces en plena acción: Pantani, Ullrich, Escartín, Armstrong, Zabel, Freire… pero de todos ellos llamaba la atención un ciclista con la cara y el maillot completamente embarrado, ¿Que carrera estaba haciendo ese loco y quien era?

Ese ciclista estaba disputando la París- Roubaix. Ésta es una prueba ciclista de un día que se disputa sobre un recorrido de más de 250 km. A pesar de que es casi completamente llana, es una de las pruebas que no dejan impasible a nadie (los ciclistas profesionales la aman o la odian) y es que a lo largo de su recorrido los ciclistas tienen que atravesar casi 30 tramos de pavé. Este pavé son caminos cubiertos por adoquines que pueden tener una diferencia de altura de uno a otro de hasta cuatro centímetros y donde puede haber hasta otros cuatro centímetros entre adoquín y adoquín. Por lo general, los ciclistas tratan de evitar los adoquines yendo por el propio borde de la carretera lo que provoca que la gran cantidad de aficionados que abarrotan los bordes del recorrido se tengan que apartar. Si no lo hacen a tiempo se pueden provocar caídas como la que sufrió este año Stijn Vandernbergh cuando iba en el grupo delantero a falta de 16 kilómetros. La distancia total de los tramos de pavé suele ser aproximadamente de 50 kilómetros y comienzan a partir del kilómetro 100 del recorrido y llegan hasta la misma localidad de Roubaix. Estos tramos se clasifican según el número de estrellas que está en función del trazado, del tramo, de su distancia y del estado del pavé siendo el máximo de 5 y se consideran los más duros. El Bosque de Arenberg y el Carrefour de l´Arbre son los dos tramos que tienen las cinco estrellas.


La velocidad a la que se rueda hace que apenas se pueda controlar la bicicleta cuando se pasa por uno de esos tramos de pavé (Fabian Cancellara, ganador de este año, hizo una velocidad media en la prueba de ¡44,02 km/h!) por lo que las vibraciones hacen polvo de tal manera las articulaciones que los ciclistas profesionales utilizan doble cinta en el manillar y no cargan a tope de presión los neumáticos para que así amortigüen algo los botes. Por si esto fuera poco, esta prueba se disputa el segundo fin de semana de abril lo que hace que, debido al clima continental de Bélgica, se recorra casi siempre sobre agua y barro.

La carrera fue impulsada por el diario deportivo Le vélo en 1896 (lo que la hace el monumento del ciclismo más antiguo) y comenzó como entrenamiento para la prueba más conocida por aquellos tiempos, la Burdeos- París. La llegada entonces ya estaba donde sigue estando hoy en día: en el mítico velódromo de Roubaix, donde se corren los últimos 750 metros. La salida ya no se realiza en París, si no en Compiégne, a unos 50 kilómetros al norte de París.

Solo ha dejado de disputarse en 7 ocasiones, de 1915 a 1918 y de 1940 a 1942.

El ciclista embarrado que aparecía en la portada de la revista Ciclismo a fondo era Johan Musseuw. Nacido en 1965. Compitió entre 1988 a 2004 a nivel profesional consiguiendo un total de ¡104 victorias! Consiguió su primera victoria como profesional en el año 1989 y en 1990 se llevó dos etapas en el Tour de Francia siendo una de ellas ni más ni menos que en la última etapa en plenos Campos Elíseos. Al principio se especializó en el sprint para después especializarse en las clásicas. Siendo ciclista y de Bélgica, donde todos los meses de abril se celebran grandes clásicas ciclistas, no queda otra que luchar por éstas. Ganó la copa del mundo (prueba que consistía en intentar sumar el mayor número de puntos en función de la posición que se consiguiera en las grandes clásicas de la temporada) en 1995 y 1996 y además este último año consiguió también el maillot de rayas horizontales como campeón del mundo.


Su forma de correr las clásicas, con gran obstinación, añadido a su peculiar cara de sufrimiento hizo que en el pelotón se le conociera como el León de Flandes. Mediáticamente fue en Bélgica lo que aquí en España fue Perico Delgado a finales de los ochenta.

La carrera que le catapultó fue la París- Roubaix. Y por varias razones: fue tercero en 1995, ganó la edición de 1996, tercero en 1997, pero en 1998 se cayó en uno de los tramos de pavé. Se fracturó la rodilla y se temió que nunca más pudiera coger la bicicleta. Tras un largo período de recuperación, consiguió volver a la competición. Sin embargo, poco tiempo después, volvió a lesionarse, esta vez en un accidente de coche. Aún así no perdió la esperanza. Volvió a ganar la edición del año 2000, donde entró en meta señalando la rodilla que se fracturó dos años antes, fue segundo en la de 2001 y  en el año 2002 de nuevo volvió a ganar la París- Roubaix. En total ganó tres ediciones y podio en otras tres.


En la actualidad el belga Tom Boonen ha cogido el testigo de Johan Musseuw ya que ha conseguido batir a su compatriota en el número de victorias de la París- Roubaix con cuatro (2005, 2008, 2009 y 2012).