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Viene de aquí.
Charles
ejercita a Jesse tres veces a la semana. Lo hace en horario de mañana para que
pueda seguir yendo a trabajar a la zapatería por las tardes, por lo que no
queda más remedio que el alumno se salte alguna clase. Eso sí, a cambio se ha
comprometido a aprobar todas las asignaturas. Si no lo hiciera, automáticamente
dejaría de entrenar. Se lo ha dejado bastante claro. Al entrenador también le
supone intercambiar alguna de sus clases con sus compañeros para poder
dedicarse a la preparación particular. Confía en las capacidades innatas de
Jesse por lo que solo hay que saber orientarle para que pueda llegar a ser un
gran deportista.
Jesse entrena
en el mismo patio del colegio. Muchos días, después de correr durante algo más
de quince minutos, practica las salidas, la capacidad de reacción y la técnica
de carrera. Otros días realiza series de velocidad, progresivos y cambios de
ritmo. Los menos entrena en el gimnasio del instituto: isométricos, flexiones,
dominadas y lanzamiento de balón medicinal.
Después de
tres meses de entrenamientos, Charles se da cuenta que Jesse, habiendo
progresado rápidamente desde el principio, ahora le cuesta avanzar en la
técnica. No parece entender porqué hace determinados ejercicios que no
relaciona con el fácil movimiento de correr. Durante días se pregunta qué puede
hacer para que Jesse siga mejorando. Una mañana Charles le propone algo:
—Me gustaría
llevarte a un sitio pero tendría que ser un sábado. Si te avisara con tiempo, ¿podrías
faltar esa mañana al trabajo?
—Si claro,
entrenador —desde que empezaron a trabajar juntos es así como le llama.
Charles pasa
a recoger en coche a Jesse a la puerta del instituto, donde han quedado un
sábado por la mañana. Cuando Jesse entra en el vehículo se da cuenta que
alguien más va en el asiento trasero.
—Jesse, te
presento a mi hijo Charly. Charly, él es Jesse.
Antes de que estreche la mano, se da cuenta
que Charly no es normal. Tiene la cara alargada, extremadamente fina, la mirada
bizca, los brazos están algo torcidos y en una posición que a él le resultaría incómoda.
Más que sentado, está tumbado sobre el asiento. En alguna ocasión el entrenador
le ha hablado de su hijo, pero en ningún momento le ha dicho que sea lisiado.
—Hola Charly.
Encantado. —Se estrechan las manos.
—¡Jesse!
¡Jesse! ¡Jesse! —Charly grita de alegría.
—Si, hijo. Es
Jesse. Tranquilo. —a través del espejo retrovisor Charles mira a Jesse. —Le he
hablado mucho de ti y se ha emocionado al conocerte. Tú también quieres correr
igual de rápido que Jesse, ¿Verdad?
—¡Sí! ¡Correr
Jesse!
Automáticamente
Jesse mira las piernas de Charly. Los pantalones son deportivos y marcan unos
muslos delgados, como el resto de su cuerpo. Jesse sonríe y pregunta:
—¿Corres?
Hay un
silencio incómodo en el coche y Charles contesta desde el asiento del piloto: