“...a mí no me engañas: si vomitas no
disfrutas.” Manu.
Esforzarse
es intentar conseguir algo venciendo dificultades. Esforzarse es algo que,
muchas veces se ha oído, cada vez menos chicos y chicas están dispuestos a
hacer. Quizá les acostumbramos desde pequeños a conseguir las pequeñas cosas
que les supondrían un esfuerzo: cuantas veces hemos dado de comer al niño que
ya puede coger la cuchara por sí solo, cuantas veces le hemos ayudado a bajarse
los pantalones para hacer pis… esas acciones que a esos niños pequeños les
supone algún tipo de dificultad se las estamos evitando. Les estamos evitando
el esfuerzo para conseguirlas y sobretodo les estamos evitando la recompensa
(o la derrota) de haberlas conseguido (o intentado) por sí mismos.
Ahí
está la grandeza del esfuerzo, encontrar la satisfacción intrínseca de hacer
las cosas de ese modo esforzado. Haciéndolo de ese modo quizá no importa tanto
el resultado ya que es posible que te esfuerces y no consigas tu objetivo pero
si te sigues esforzando y sigues venciendo las dificultades más tarde o más
temprano lo conseguirás.
Sergio tiene 6 años y le encanta jugar al
fútbol. Siempre que va a casa de sus abuelos juega al fútbol con su tío Carlos.
El pasado fin de semana Sergio jugó un partido de fútbol en el patio. El equipo
de Sergio estaba formado por otro tío suyo (que jugaba de portero ¡y que
portero!) y su primo de tres años. Jugaban contra su tío Carlos y su hermana
Marta de nueve años, que siendo solo dos jugadores, tendrían portero delantero
(si no sabes lo que es, no has jugado al fútbol en la calle). Sergio ya sabía
desde el principio que su equipo estaba en desventaja. Lo que no sabía Sergio
es que su tío Carlos, para equilibrar la balanza, no iba a meter ningún gol por
él mismo sino que los goles de su propio equipo los metiera su hermana Marta.
Ya desde el principio Sergio dejó clara su estrategia: aprovechando que su tío
Carlos y su hermana Marta al ir al ataque dejaban la portería sola, cuando
recuperaba la pelota se acercaba corriendo al campo contrario y disparaba a la
otra portería. Los goles iban cayendo para uno y otro lado y por supuesto
Sergio se esforzaba a tope (subía y bajaba mientras su primo se olvidaba de la
pelota y corría detrás de él). Cada 5 minutos había que parar para beber agua
porque todos estaban exhaustos. La ventaja de un equipo y otro nunca fue mayor
a dos goles y cuando ya se decidió llegar al punto de “quien meta el próximo
gol, gana” (sabia frase del fútbol de la calle), el gol cayó del bando de su
hermana y su tío. Por supuesto que el disgusto de Sergio fue muy grande. No le
consolaba nadie. Sergio aún no se había dado cuenta que la auténtica recompensa
del partido era el gran esfuerzo que había hecho.
Como
en otras lides del deporte o de la vida en general, es importante tener claro
que la mejor manera para que una persona se esfuerce es precisamente que decida
por sí mismo hacerlo. Que escoja que esa opción es la que decide tomar. Será
más probable que la mantenga en el tiempo si lo ha decidido por sí mismo que si
ha sido presionado para actuar de ese modo.
Cuando yo practico deporte soy consciente de
que escojo hacerlo con mayor o menor esfuerzo. Hay días que decido hacerlo
esforzándome menos y hay otros días que decido ir a tope de esfuerzo. Pero no tengo ninguna duda que disfruto más
cuando me esfuerzo a tope. Hay quien dice que llevas el “sabor de la sangre en
la boca” o también hay quien dice que “es ponerse un dorsal y uno va a
tope” y por eso te esfuerzas más.
Mi amigo Manu siempre me abronca por
esforzarme cuando hago deporte. En la última San Silvestre Vallecana
Internacional, al pasar la meta y debido al esfuerzo tras una serie de arcadas
acabé vomitando. Siempre me dice: “…a mí no me engañas: si vomitas no disfrutas…”
pero es que si no me esforzara a tope no disfrutaría…
Tampoco quiero que te lleves a engaño: como
he dicho antes no siempre que hago deporte voy a tope. Además mis objetivos
deportivos pasan por compartir el deporte con más gente para que “se enganchen”
que el dar mucho más de mí. Valga este blog de ejemplo: el tiempo que podría
estar dando vueltas por ahí con la bici lo estoy empeñando en escribir para ver
si (por fin) te pones unas zapatillas para correr o sacas la bici (que se está
oxidando en el trastero…)
El
deporte es placentero en cuanto a las recompensas que al principio vas
obteniendo. Cuando uno empieza a correr o a montar en bici y le pica el
gusanillo de los tiempos o las medias al principio todo es mejora. Con poco que
hayas hecho tu primera carrera de 10 km en 55 minutos, la siguiente es fácil
que la bajes a 50 minutos siempre que entrenes un poco más. La bicicleta pasa
más o menos lo mismo, al principio salen etapas a 25 km/h de media y cuando te
quieres dar cuenta vas a 28 km/h. Es muy reconfortante y ves que el esfuerzo va
mereciendo la pena. De ahí que el deporte te transmita la recompensa del
esfuerzo.
Para
esforzarse no es necesario sudar. Hay mucha gente que se esfuerza al máximo en
otras facetas de la vida, mucho más de lo que uno se podría esforzar haciendo
deporte, y precisamente no sudan la gota gorda.
No sé si encontré primero el esfuerzo en el
deporte o si quizá ya era un esforzado antes de practicarlo pero tengo claro
que el deporte me ha transmitido las recompensas que el esfuerzo me puede dar y
por ello no dejo de esforzarme en mi día a día, ¿y tú?