En
segundo de carrera decidí que en verano debía sacarme dinero para poder ir
tirando el resto del año. El trabajo de verano que pensé fue el de socorrista,
por lo que tuve que sacarme el título que consistía en aquel entonces en un
curso teórico- práctico. El curso teórico tenía varios exámenes que pasé y el
práctico consistía en pasar varias pruebas en la piscina. Si se suspendía una
de estas pruebas prácticas en la piscina había una segunda oportunidad. Si la
segunda oportunidad se suspendía había que repetir el curso práctico. Una de
las pruebas consistía en recoger 10 anillas del fondo de la piscina en 25
metros de longitud. Esto había que hacerlo buceando sin gafas de forma continua
desde que se cogía la primera hasta la última anilla. Hasta entonces había
nadado a lo largo de mi vida pero bucear era otra cuestión. No me gustaba. Me
agobiaba la idea de no poder respirar, de no oír, y si no llevabas gafas de
natación apenas ver por lo que muchas veces no llegaba a realizar 25 metros
buceando eso sin tener en cuenta las dichosas anillas.
Para
poder pasar las pruebas físicas me apunté durante dos meses (luego continué) a entrenar en un
club de salvamento acuático. Durante las veces que ensayé esa prueba siempre
iba agobiado, por el fondo del vaso intentando localizar cada una de las
anillas y tratando de convencerme de que llegaría a hacer los 25 metros.
También es cierto que la mayor parte de las veces que ensayaba esta prueba
recogía las 10 anillas y llegaba hasta el final de los 25 metros.
El
día del examen de esta prueba suspendí. No salté desde arriba si no que empecé
desde abajo. Iba muy agobiado y me dejé una anilla. No me di cuenta que me la
había dejado atrás. Tenía que repetir la prueba a los tres días. Sabiendo en lo
que me había equivocado, durante esos días traté de pensar en positivo para no
agobiarme y traté de ver lo bueno que tenía bucear y sumergirme: la
tranquilidad y la concentración que conseguía aguantando la respiración. Pensé
en algo que me distrajera mientras buceara y pensé en jugar a hacer burbujas
soltando el aire poquito a poco. Cuando de nuevo tuve que pasar la prueba fui
con otra mentalidad. Empecé desde abajo y fui buceando tranquilamente por el
fondo del vaso palpando con los dos brazos bien abiertos. Como ya no tenía
ninguna prisa, en lugar de dar siempre la típica patada de braza con la que se
nada a base de tirones fui dando la patada de crol cada dos patadas de braza y así conseguía un ritmo más constante para evitar pasarme una
anilla. Cada vez que encontraba una anilla paraba, la metía por uno de los
brazos y después seguía. Sin querer había llegado a recoger las 10 anillas y
había llegado a los 25 metros. Prueba superada.
Mi
primer año trabajando de socorrista fue de correturnos por lo que hacía el día de descanso de los socorristas
en varias piscinas de comunidad de vecinos. Cada piscina era diferente, en
algunas apenas iba gente por lo que estaba casi todo el día solo así que me
dedicaba a nadar, estudiar y leer. En otras piscinas no paraba de entrar gente
en el vaso. Además de realizar las labores de socorrista había que limpiar
baños y así como limpiar el fondo de la piscina con el limpiafondos. Recuerdo
que en una de las piscinas a las que no iba mucha gente tenían un problema con
el limpiafondos. No se podía limpiar ya que una de las conexiones de la
depuradora que iba para el limpiafondos no funcionaba. Como
llevaba varios días sin limpiarse el fondo de la piscina estaba cubierto de una
mezcla de tierra y algas. Después de nadar y estudiar decidí que iba a intentar
solucionar el problema de la suciedad del fondo buceando. Me apetecía bucear.
Cerré las llaves de los skimmer en la depuradora y dejé a medias la llave que
abre la válvula del fondo, así conseguía que toda la fuerza de
la depuradora fuera por el fondo de la piscina. Y después con cepillo en mano
me puse a bucear y a barrer toda la piscina. Había que hacerlo con tranquilidad
y sin movimientos bruscos para evitar que las algas y la tierra se esparcieran.
Toda la suciedad que barría la llevaba hacia la tapa del fondo o bien a la
proximidad y después solo había que esperar que se fuera absorbiendo por allí.
Después de una hora de buceo la piscina estaba mucho más limpia. Me hubiese
gustado ver la cara del socorrista que trabajaba allí al día siguiente al
descubrir que tenía la piscina limpita…