miércoles, 3 de julio de 2013

Bucear


En segundo de carrera decidí que en verano debía sacarme dinero para poder ir tirando el resto del año. El trabajo de verano que pensé fue el de socorrista, por lo que tuve que sacarme el título que consistía en aquel entonces en un curso teórico- práctico. El curso teórico tenía varios exámenes que pasé y el práctico consistía en pasar varias pruebas en la piscina. Si se suspendía una de estas pruebas prácticas en la piscina había una segunda oportunidad. Si la segunda oportunidad se suspendía había que repetir el curso práctico. Una de las pruebas consistía en recoger 10 anillas del fondo de la piscina en 25 metros de longitud. Esto había que hacerlo buceando sin gafas de forma continua desde que se cogía la primera hasta la última anilla. Hasta entonces había nadado a lo largo de mi vida pero bucear era otra cuestión. No me gustaba. Me agobiaba la idea de no poder respirar, de no oír, y si no llevabas gafas de natación apenas ver por lo que muchas veces no llegaba a realizar 25 metros buceando eso sin tener en cuenta las dichosas anillas.

Para poder pasar las pruebas físicas me apunté durante dos meses (luego continué) a entrenar en un club de salvamento acuático. Durante las veces que ensayé esa prueba siempre iba agobiado, por el fondo del vaso intentando localizar cada una de las anillas y tratando de convencerme de que llegaría a hacer los 25 metros. También es cierto que la mayor parte de las veces que ensayaba esta prueba recogía las 10 anillas y llegaba hasta el final de los 25 metros.

El día del examen de esta prueba suspendí. No salté desde arriba si no que empecé desde abajo. Iba muy agobiado y me dejé una anilla. No me di cuenta que me la había dejado atrás. Tenía que repetir la prueba a los tres días. Sabiendo en lo que me había equivocado, durante esos días traté de pensar en positivo para no agobiarme y traté de ver lo bueno que tenía bucear y sumergirme: la tranquilidad y la concentración que conseguía aguantando la respiración. Pensé en algo que me distrajera mientras buceara y pensé en jugar a hacer burbujas soltando el aire poquito a poco. Cuando de nuevo tuve que pasar la prueba fui con otra mentalidad. Empecé desde abajo y fui buceando tranquilamente por el fondo del vaso palpando con los dos brazos bien abiertos. Como ya no tenía ninguna prisa, en lugar de dar siempre la típica patada de braza con la que se nada a base de tirones fui dando la patada de crol cada dos patadas de braza y así conseguía un ritmo más constante para evitar pasarme una anilla. Cada vez que encontraba una anilla paraba, la metía por uno de los brazos y después seguía. Sin querer había llegado a recoger las 10 anillas y había llegado a los 25 metros. Prueba superada.

Mi primer año trabajando de socorrista fue de correturnos por lo que  hacía el día de descanso de los socorristas en varias piscinas de comunidad de vecinos. Cada piscina era diferente, en algunas apenas iba gente por lo que estaba casi todo el día solo así que me dedicaba a nadar, estudiar y leer. En otras piscinas no paraba de entrar gente en el vaso. Además de realizar las labores de socorrista había que limpiar baños y así como limpiar el fondo de la piscina con el limpiafondos. Recuerdo que en una de las piscinas a las que no iba mucha gente tenían un problema con el limpiafondos. No se podía limpiar ya que una de las conexiones de la depuradora que iba para el limpiafondos no funcionaba. Como llevaba varios días sin limpiarse el fondo de la piscina estaba cubierto de una mezcla de tierra y algas. Después de nadar y estudiar decidí que iba a intentar solucionar el problema de la suciedad del fondo buceando. Me apetecía bucear. Cerré las llaves de los skimmer en la depuradora y dejé a medias la llave que abre la válvula del fondo, así conseguía que toda la fuerza de la depuradora fuera por el fondo de la piscina. Y después con cepillo en mano me puse a bucear y a barrer toda la piscina. Había que hacerlo con tranquilidad y sin movimientos bruscos para evitar que las algas y la tierra se esparcieran. Toda la suciedad que barría la llevaba hacia la tapa del fondo o bien a la proximidad y después solo había que esperar que se fuera absorbiendo por allí. Después de una hora de buceo la piscina estaba mucho más limpia. Me hubiese gustado ver la cara del socorrista que trabajaba allí al día siguiente al descubrir que tenía la piscina limpita…