Hace relativamente poco comencé a
leer el libro Nacidos para correr que
no terminé. El libro trata sobre un pueblo nativo de México llamado Tarahumara,
donde llevan dedicándose a correr casi todo el día desde hace bastantes
generaciones. Además de correr durante varias horas también hay que tener en
cuenta que lo hacen casi descalzos. Un buen día, a través de un estadounidense,
deciden correr una de las carreras de ultrafondo más duras del mundo denominada
Badwater. Esta carrera tiene un recorrido de algo más de 215 km y une los
puntos más alto y más bajo de Estados Unidos. Parte de ella discurre por el
Valle de la Muerte donde se pueden alcanzar temperaturas de 49ºC a la sombra.
Es en esa carrera donde los Tarahumaras se dan a conocer internacionalmente.
No terminé el libro ya que no se
centra en cuestiones técnicas de los protagonistas sino en cuestiones curiosas
y exageradas de éstos. Pero si algo positivo saqué del libro es que la razón
principal por la que los Tarahumara son capaces de llegar a correr durante todo
el día y casi descalzos es por que disfrutan y aman lo que hacen. Eso a pesar
de que, aunque tengan la preparación de toda una vida corriendo, tengan días
que no les apetecerá nada correr o que un día corriendo no se encuentren en su
mejor momento y quieran abandonar. Esto también queda reflejado en el libro.
Y es que cuando disfrutas y amas
lo que haces, los obstáculos que te encuentras no son tan difíciles de sortear.
También cuando amas lo que haces lo conviertes en algo que te traspasa a ti
mismo. Al fin y al cabo eso es amar a alguien: ponerlo por encima tuyo,
haciéndolo más importante que tú mismo. Y en el deporte, como en otras facetas
de la vida, intento disfrutar y amar lo que hago.
Si algunos me han sabido
transmitir todo esto, esos son mis padres.
Mi padre fue médico. Recuerdo que
cuando me levantaba por las mañanas para ir al colegio, al llegar a la cocina
para desayunar podía ver reflejada la luz del despacho de mi padre en una de
las puertas de casa. Era muy temprano y mi padre ya llevaba tiempo estudiando y
eso que su jornada laboral del día anterior solía acabar de noche en la
consulta que teníamos en casa para pocas horas después de empezar a estudiar,
comenzar de nuevo su jornada laboral. Siempre estaba al día de medicina con su
pila de revistas y libros por leer, siempre listo para servir a cualquier
paciente. Su amor por la medicina estaba por encima de él mismo.
Mi madre siempre ha estado
entregada por su familia y sus hijos. Y también ayudando en la consulta de
casa. Por las mañanas era la que nos levantaba, preparaba el desayuno y nos llevaba
al colegio. Recuerdo como preparaba las cenas yendo y viniendo de la consulta a
la cocina. Cuando necesitábamos algo y ella estaba en la consulta descolgábamos
el teléfono, marcábamos el número 0 y hablábamos con ella. Siempre con su
familia por encima de ella misma.
Quizá todo esto te suene y te
recuerde a tus propios padres: siempre trabajando y siempre entregados a todos
y cada uno de sus hijos por encima de ellos mismos. Yo lo valoro y me he dado
cuenta que me lo han transmitido para entregarme y amar lo que uno hace. Quizá
tú también puedas valorarlo.