lunes, 30 de septiembre de 2013

III Duatlon de Valdebebas


Ayer corrí el III duatlón de valdebebas en su modalidad de sprint (5 km corriendo, 20 km en bici y 2,5 km corriendo). Nunca había participado en un duatlón si bien hace años sí que había combinado la carrera con la bicicleta en algunos entrenamientos. Eso era cuando iba al Cerro de los Ángeles en bicicleta, la ataba a un árbol, corría una vuelta al perímetro del Cerro y después me iba en bicicleta hasta la Marañosa y vuelta para casa. Por aquel entonces el duatlón apenas se practicaba y la gente apenas lo conocía. Ahora es bien diferente ya que hay mucha gente que practica el duatlón y el triatlón y hay bastantes competiciones a nivel amateur y popular. La prueba de ayer compaginaba ambos niveles. Cuando me apunté tenía la opción de apuntarme para competir con los federados o con lo populares y elegí a los primeros. Lo hice así para conocer mi nivel en una prueba como esta con gente que compite habitualmente.

Al llegar allí y tras recoger el dorsal pude comprobar con la prueba de minisprint (que se disputaba antes que la modalidad de sprint) las reglas básicas de las transiciones. Al coger la bici no se puede montar antes de traspasar una línea y en la segunda transición (de bici a correr) hay que desmontar antes de esa línea. También hay que tener en cuenta que la colocación del dorsal en la carrera es por delante y en la bici por detrás. El casco es lo primero que hay que ponerse... Todo esto yendo a mil por hora se puede olvidar. Mi mayor preocupación estaba en ir corriendo con las zapatillas de la bici y resbalarme por la cala de la zapatilla. Tenía pensado salir descalzo y ponerme las zapatillas de la bici una vez pasada la línea en la primera transición, y al revés en la segunda.

Teniendo en cuenta que era mi primer duatlón mi idea era probar y además intentar hacerlo progresivo. Los primeros 5 km a 4 min/km. La bici hacerla a unos 30 km/h y la parte más importante y donde valoraría mi estado de forma estaría en la última fase, esos 2,5 km donde intentaría ir todo lo fuerte que pudiera. En total calculaba que tendría que hacer una hora y cuarto aproximadamente.

Los primeros 5 km corriendo eran dos vueltas a un circuito en las que se combinaban una bajada y una subida (dos subidas y dos bajadas). En la salida me coloqué en la parte final. La zona de salida era ancha y nosotros apenas éramos 200 duatletas. La salida la comenzamos en bajada. Al principio salí a menos de 4 min/km, pero sabiendo que a la subida se compensaría. Y así fue. Fui adelantando a algunos corredores en la subida, pero en la primera transición, en la que me puse las zapatillas de la bici tras cruzar la línea, todos esos me adelantaron.

Sobre la bici quería disfrutar de ésta. El circuito era sencillo con un par de rampas duras. El problema fue el viento. En la primera vuelta me descolgué de un grupo en una bajada en la que no quise arriesgar. Cuando intenté volver a cogerles el viento me hacía que no pudiera alcanzarles. Así que opté por mantener la distancia y cuando lo tuviera favorable ir a por ellos. Al comienzo de la segunda vuelta estaba con ellos y noté como el grupo me protegía del viento. Di un par de relevos en el grupo. Los últimos dos kilómetros de la bici los hice reservando para afrontar un poco descansado los 2,5 km finales corriendo. De nuevo la transición y esta vez corrí con las zapatillas de la bici. No quería perder más tiempo y la verdad es que no se me dio mal (al menos no me caí).



Cuando comienzas a correr después la bici la sensación de las piernas es extraña. Es como si las piernas estuvieran acartonadas. El circuito de los 2,5 km consistía en dar una vuelta a la primera parte de correr. De nuevo una bajada y una subida. Mi ritmo al principio estaba alrededor de los 4 min/km. Bien. Al comenzar la subida intenté ir más fuerte ya que esta parte era a la que le daba más importancia. A pesar de eso en la subida no fui más rápido de 4:20 el kilómetro. Entré con la primera chica de la competición aunque ella había empezado dos minutos más tarde que yo.

Y como no, desde el principio (salida y transiciones) hasta el final, siempre Maribel animándome, recordándome que tenía que hacer las transiciones, haciendo fotos... Nada más cruzar la línea de meta le dedique la carrera. Quien sabe, la próxima quizá la hagamos juntos.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Mi primera pájara


Todavía no había cumplido los dieciocho años y aquel verano salía a montar en bici un día sí y otro también. Siempre salía por el carril bici y después por la zona de San Martín de la Vega. Aquel verano mis padres y yo pasamos 10 días en Alicante. Me lo pasé muy bien allí ya que hice amistad con la gente que vivía en la zona y eso que al principio no les conocía. A pesar de eso, echaba de menos a mi bicicleta así que al día siguiente de volver de Alicante me levanté pronto, desayuné un café rápido y me fui a quitar el mono de bici haciendo una ruta corta hasta San Martín de la Vega. Ida y vuelta unos 48 km.

Cuando llegue a San Martín y empezaba el camino de regreso a casa me crucé con un compañero de mi peña JUYMAR. Le llamábamos el 54. Ese era su mote porque ese era su número de socio del club. Sencillo. Paramos y nos saludamos "pero niño ¿Ya vuelves tan pronto? ¡Anda! ¡Anda! Acompáñame a Chinchón" (hasta allí ida y vuelta son 100 km). Sabía que serían muchos kilómetros pero también es cierto que estaba volviendo muy pronto por lo que me animé. Fuimos subiendo por la cuesta que conocemos como Valgrande y después se llega a Chinchón una vez que subes por los Molinos. En esta última cuesta notaba que seguir al 54 estaba siendo un suplicio. Recuerdo que en Chinchón pinché y tuve que cambiar la cámara. Eso me remató. Cuando volví a subir a la bicicleta después de arreglar el pinchazo mis sensaciones eran bastante malas. Parecía que no tenía fuerza para nada e incluso me costaba pensar. Las piernas ya no daban más de sí y el cuentakilómetros no pasaba de 22 km/h llaneando. Estaba completamente apajarado. Me comí un plátano que llevaba en un bolsillo del maillot pero ya era demasiado tarde. Apenas noté que me aportaba energía. La vuelta a casa pasaba por Titulcia, Ciempozuelos y San Martín. El 54 me seguía acompañando y yo no paraba de decirle que él se fuera hacia delante, que yo ya llegaría a Getafe pero él, perro viejo sobre la bici, no paraba de animarme y en Titulcia me invitó a una coca cola. Aproveché la parada para llamar a casa para decir que llegaría tarde, que no me encontraba muy bien pero que no se preocuparan, que iba con un compi de la peña.

De Titulcia a Ciempozuelos apenas hay 5 kilómetros pero se me hicieron eternos. Una vez que pasamos Ciempozuelos hacia San Martín había un coche que estaba aparcado en un camino perpendicular a la carretera y su conductora estaba intentando cambiar una rueda, había pinchado. El 54 me dijo que íbamos a parar a descansar ahí un rato. La conductora al ver que parábamos nos pidió ayuda para cambiar la rueda y yo me disculpé diciendo que no estaba para ayudar. Lo que hice fue tumbarme en el suelo y levantar los pies apoyados en el capó. Una pena no haber hecho una foto del momento, uno cambiando la rueda de un lado mientras otro estaba tumbado con los pies en el capó por el otro lado. El 54 cambio la rueda y le pidió un favor a la chica: si me podía acercar a casa. Y así fue. No recuerdo como en un coche sin portón entraron dos bicicletas de carretera, la conductora, el 54 y yo pero así fuimos hasta Getafe. Descargué la bicicleta del coche apenas a 200 metros de casa y no tenía fuerzas para montar. Mi padre me abrió la puerta con el ceño fruncido (no le hizo falta decirme nada, para mí con eso bastaba para saber que la había cagado) y un bol lleno de fruta que me comí sin cambiarme.

De todo se aprende y lo que aprendí de esa experiencia es que desde entonces al montar en bici hago un desayuno en condiciones, que no hago más kilómetros de los que me he propuesto, que como antes de que me llegue la sensación de la pájara y que siempre que veo un ciclista en apuros pregunto si puedo ayudarle.