viernes, 5 de septiembre de 2014

Primero, la tierra (VII)


Viene de aquí.
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En su primer día de colegio en Cleveland, el pequeño Jesse comenzará a ser conocido como Jesse.
Antes de entrar al recinto se asoma a través de la verja para ver el patio cuadrado. Tiene árboles dispersos, hierba y algún matorral. En el otro extremo de la verja se ven unos columpios y justo al lado un arenero. Pero lo mejor es que está lleno de niños que juegan. En los columpios hay un grupo que no para de balancearse. Otros juegan al pillapilla y son perseguidos por dos de ellos y en el arenero otros se tiran tierra los unos a los otros. Está deseando entrar para jugar al pillapilla, pero algo le llama la atención. Hay un grupo en una de las esquinas, no juegan a nada. Unos están sentados, otros están de pie. No le da importancia y entra al patio para ver si puede jugar al pillapilla.
—¿Se puede jugar? —pregunta al grupo del pillapilla.
Un niño deja de correr y se le queda mirando.
—¿Cómo dices? —uno a uno van parando todos los demás y observan al pequeño Jesse. Sus miradas le dice que se extrañan.
—Decía que si puedo jugar con vosotros.
El que le ha preguntado comienza a reírse.
—¡Vaya acento sureño que tienes! ¡no hay quien te entienda! Allí están los del sur — señala a la esquina donde están los niños que no juegan.
El pequeño Jesse baja la mirada. Cuando la alza de nuevo sólo es capaz de forzar una sonrisa, se encoge de hombros y dice:
—No importa.
Cuando va a la esquina del patio se presenta a los demás. No hay una sonrisa. Ni siquiera hay gestos de complicidad. El pequeño Jesse no dice nada más.

 Cuando entran en el aula la profesora entra en clase y todos los niños se ponen en pie. Cuando la profesora toma asiento todos se sientan.
—Antes de comenzar, vamos a presentar a los nuevos compañeros que empiezan el curso con nosotros. Por favor, los nuevos poneos en pie.
El pequeño Jesse se levanta junto con tres niños más.
—Muy bien. Decidnos como os llamáis y de donde venís —la profesora se levanta y coge una tiza para escribir en la pizarra.
Empieza uno. La profesora escribe su nombre con letras grandes en la pizarra.
—Gracias. El siguiente, por favor.
Es el turno del pequeño Jesse. Dice su nombre y de donde viene. Hay un ligero murmullo en la clase. La profesora escribe “Jesse” en la pizarra. El pequeño Jesse se da cuenta que su nombre está mal escrito. Intenta rectificar por lo que vuelve a decir su nombre. La profesora gira la cabeza y le contesta:
—Es esto lo que me está diciendo, ¿verdad? ¿o acaso es que Jesse tiene que pulir su acento sureño?
El pequeño Jesse siente vergüenza. Sólo es capaz de sonreír de forma forzada, se encoge de hombros y dice para sí mismo:
—No importa.
A partir de entonces el pequeño Jesse será conocido como Jesse.
         Continúa aquí.