miércoles, 5 de junio de 2013

Valores IV. Soledad


La soledad es el imperio de la conciencia. Becquer.

El hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la soledad. Ralph Waldo Emerson.

La soledad en el deporte se vive de diferentes maneras; yendo a correr solo, saliendo a montar en bici o nadando. Incluso en los deportes de equipo también hay momentos de soledad como el jugador de baloncesto que se enfrenta a la canasta en un tiro libre.
Y es que estando solo es cuando uno se concentra plenamente por lo que es más fácil tomar conciencia de ti mismo y es entonces cuando el pensamiento pasa a un ámbito superior. Viviendo esta experiencia de soledad eres más consciente de todos tus pensamientos y de cómo los negativos te desalientan y los positivos te refuerzan. Además eres más consciente de las emociones que te suscitan ciertos pensamientos.

En muchas ocasiones me ha ocurrido que, en la soledad de una prueba deportiva, un pequeño problema me ha supuesto no hacer la marca o el tipo de carrera que tenía pensado: parar para atarme los cordones en el kilómetro 1 de una carrera porque no los llevaba bien ajustados (apenas 10 segundos) y desde entonces hasta el final de la carrera no parar de pensar lo torpe que había sido al no haberlo comprobado antes. Este tipo de pensamientos son los de “mi propio demonio” que te van minando las fuerzas de tal modo que es imposible dar el 100% de uno mismo. 

En cambio, en otras ocasiones, he conseguido evitar los pensamientos negativos gracias a los pensamientos de “mi propio ángel” como en la carrera del Rock and Roll Madrid 10 km 2012 que tenía el objetivo de bajar de 38 minutos. Esta carrera tiene un perfil más o menos llano hasta el kilómetro 4 que sube una parte de Concha Espina y después llano hasta el kilómetro 8,5 donde pica hacia arriba hasta llegar al retiro desde la Puerta de Alcalá. Durante gran parte del recorrido que fui metiendo en tiempo para llegar a bajar de 38 minutos, “mi propio demonio” me iba convenciendo de “que iba a desfallecer en el kilómetro hasta el retiro”, “que iba a bajar el ritmo lo suficiente como para no hacer el tiempo”, “que el perfil de la prueba era desfavorable”, “que donde cojones te has metido (gilipollas) si ahora estás montando en bici y no corriendo, ¿quién te mandó apuntarte a esta carrera?”. En cambio “mi propio ángel” solo tuvo que hacer cálculos sexagesimales después de haber ido marcando los puntos kilométricos y demostrarme que manteniendo un ritmo de 4´20” en ese kilómetro era suficiente para hacer la marca. En los kilómetros anteriores, mientras “mi propio demonio” me fustigaba con malos pensamientos, estaba haciendo tiempos suficientes para compensar la última cuesta. 

¿Cuántas veces has estado rodeado de cientos de personas y sin embargo te has sentido solo? 

Para experiencia en soledad que viví muy especialmente está el Camino de Santiago que realicé solo desde Ourense hasta Santiago en cuatro días en el mes de enero de 2010. He realizado cinco Caminos de Santiago pero este fue uno de los más especiales. Recuerdo que al llegar al albergue en Ourense el hospitalero me dijo: “puedes hacer del camino lo que quieras ya que estás solo: hay una pareja que te saca una jornada y andando jamás les vas a coger.” Y después cenar con él, hablar de música y de gaitas. El primer día fue el más duro. El Miño iba lleno de agua, de lado a lado de la ribera en Ourense y no me di cuenta del mal presagio que era hasta que no estuve en el camino: había tramos del camino que eran auténticos arroyos de agua. Y después el agua que caía del cielo: “¿que coño hago aquí?” me preguntaba a mí mismo y pensar incluso en volverme a casa. Pero poquito a poquito, paso a paso, fui completando las jornadas. Recuerdo la sed que pasé un día a pesar de la lluvia. Los albergues vacíos. Dormir yo solo en habitaciones de 50 camas. La flauta trucada de gaita como única compañía. Intentar secar la ropa en los aparatos de calor del techo. El capricho del día que dormí en un hostal. La periostitis. El día que llegaría a Santiago, tras comprobar que tras dejar atrás el albergue tenía 5 km de camino por el bosque, salir a las 5:30 del alberque para escuchar la noche y observarla sin linterna. Desayunar con el amanecer. Precioso. Muy poca gente en la plaza del Obradoiro y apenas encontrar a alguien que me hiciera una foto para recordar el momento. La credencial dedicada a mi abuela. La noche en Santiago y un festival de música de Radio Obradoiro.
Tal y como dijo el hospitalero de Ourense, hice del camino lo que quise y no fue más que descubrirme a mí mismo gracias a la soledad.


Así estaba el camino llegando a Cea.

 




 

El deporte también te descubre a ti mismo.

Quizá el hecho de salir pronto a correr no sea solo para entrenar sino para buscar la soledad que me permite tomar conciencia de mí mismo.