La soledad es el imperio de la conciencia.
Becquer.
El hombre grande es aquel que en medio de
las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la
soledad. Ralph Waldo Emerson.
La
soledad en el deporte se vive de diferentes maneras; yendo a correr solo,
saliendo a montar en bici o nadando. Incluso en los deportes de equipo también
hay momentos de soledad como el jugador de baloncesto que se enfrenta a la
canasta en un tiro libre.
Y es
que estando solo es cuando uno se concentra plenamente por lo que es más fácil
tomar conciencia de ti mismo y es entonces cuando el pensamiento pasa a un
ámbito superior. Viviendo esta experiencia de soledad eres más consciente de todos
tus pensamientos y de cómo los negativos te desalientan y los positivos te
refuerzan. Además eres más consciente de las emociones que te suscitan ciertos
pensamientos.
En muchas ocasiones me ha ocurrido que, en
la soledad de una prueba deportiva, un pequeño problema me ha supuesto no hacer
la marca o el tipo de carrera que tenía pensado: parar para atarme los cordones
en el kilómetro 1 de una carrera porque no los llevaba bien ajustados (apenas
10 segundos) y desde entonces hasta el final de la carrera no parar de pensar
lo torpe que había sido al no haberlo comprobado antes. Este tipo de
pensamientos son los de “mi propio demonio” que te van minando las fuerzas de
tal modo que es imposible dar el 100% de uno mismo.
En cambio, en otras ocasiones, he conseguido
evitar los pensamientos negativos gracias a los pensamientos de “mi propio
ángel” como en la carrera del Rock and Roll Madrid 10 km 2012 que tenía el
objetivo de bajar de 38 minutos. Esta carrera tiene un perfil más o menos llano
hasta el kilómetro 4 que sube una parte de Concha Espina y después llano hasta
el kilómetro 8,5 donde pica hacia arriba hasta llegar al retiro desde la Puerta
de Alcalá. Durante gran parte del recorrido que fui metiendo en tiempo para
llegar a bajar de 38 minutos, “mi propio demonio” me iba convenciendo de “que
iba a desfallecer en el kilómetro hasta el retiro”, “que iba a bajar el ritmo
lo suficiente como para no hacer el tiempo”, “que el perfil de la prueba era
desfavorable”, “que donde cojones te has metido (gilipollas) si ahora estás
montando en bici y no corriendo, ¿quién te mandó apuntarte a esta carrera?”. En
cambio “mi propio ángel” solo tuvo que hacer cálculos sexagesimales después de
haber ido marcando los puntos kilométricos y demostrarme que manteniendo un
ritmo de 4´20” en ese kilómetro era suficiente para hacer la marca. En los
kilómetros anteriores, mientras “mi propio demonio” me fustigaba con malos
pensamientos, estaba haciendo tiempos suficientes para compensar la última
cuesta.
¿Cuántas
veces has estado rodeado de cientos de personas y sin embargo te has sentido
solo?
Para experiencia en soledad que viví muy
especialmente está el Camino de Santiago que realicé solo desde Ourense hasta
Santiago en cuatro días en el mes de enero de 2010. He realizado cinco Caminos
de Santiago pero este fue uno de los más especiales. Recuerdo que al llegar al
albergue en Ourense el hospitalero me dijo: “puedes hacer del camino lo que
quieras ya que estás solo: hay una pareja que te saca una jornada y andando
jamás les vas a coger.” Y después cenar con él, hablar de música y de gaitas. El
primer día fue el más duro. El Miño iba lleno de agua, de lado a lado de la
ribera en Ourense y no me di cuenta del mal presagio que era hasta que no
estuve en el camino: había tramos del camino que eran auténticos arroyos de
agua. Y después el agua que caía del cielo: “¿que coño hago aquí?” me
preguntaba a mí mismo y pensar incluso en volverme a casa. Pero poquito a
poquito, paso a paso, fui completando las jornadas. Recuerdo la sed que pasé un
día a pesar de la lluvia. Los albergues vacíos. Dormir yo solo en habitaciones
de 50 camas. La flauta trucada de gaita como única compañía. Intentar secar la
ropa en los aparatos de calor del techo. El capricho del día que dormí en un
hostal. La periostitis. El día que llegaría a Santiago, tras comprobar que tras
dejar atrás el albergue tenía 5 km de camino por el bosque, salir a las 5:30
del alberque para escuchar la noche y observarla sin linterna. Desayunar con el
amanecer. Precioso. Muy poca gente en la plaza del Obradoiro y apenas encontrar
a alguien que me hiciera una foto para recordar el momento. La credencial
dedicada a mi abuela. La noche en Santiago y un festival de música de Radio
Obradoiro.
Tal y como dijo el hospitalero de Ourense,
hice del camino lo que quise y no fue más que descubrirme a mí mismo gracias a
la soledad.
Así estaba el camino llegando a Cea.
El
deporte también te descubre a ti mismo.
Quizá el hecho de salir pronto a correr no
sea solo para entrenar sino para buscar la soledad que me permite tomar
conciencia de mí mismo.
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