lunes, 22 de abril de 2013

Edificando la base



Vísteme despacio que tengo prisa.

Ahora que estás saliendo a pedalear o correr o nadar durante dos/tres días a la semana seguramente te “habrá picado el gusanillo” para empezar a ir un poco más deprisa. Con esta entrada pretendo mostrarte que para empezar a ir un poco “más deprisa” primero deberás aguantar a ir todavía “más lento”.

Este “ritmo lento” es un entrenamiento llamado aeróbico. Este tipo de entrenamiento se basa en que los músculos que estás poniendo en funcionamiento consumen el oxígeno que estás aportando en ese momento a través de tu respiración. Para que te hagas una idea básica, estarás entrenando aeróbicamente si eres capaz de hablar mientras realizas tu actividad. Evidentemente no lo pruebes si estás nadando…
Para los principiantes el fin de este entrenamiento aeróbico es la mejora y el mantenimiento de la resistencia cardiovascular, fortaleces los músculos, los tendones y aumentarás el número de capilares. Además el cuerpo se fortalece a escala celular ya que generarás más mitocondrias (las generadoras de energía).

Para los que ya corréis habitualmente este entrenamiento aeróbico os vendrá bien para recuperar el cuerpo entre esfuerzos más severos.    

Si contáis con un pulsómetro que os indique las pulsaciones que estás marcando en ese momento, se considera que estás realizando el entrenamiento aeróbico cuando tus pulsaciones están entre el 60 y el 70 % de tu ritmo cardiaco máximo. Para calcular de una manera sencilla y básica este ritmo cardiaco máximo tienes que restar a 220 tu edad, a esa cifra deberás multiplicarla por 0,6 y 0,7 para saber en que intervalo de pulsaciones debes moverte para hacer el entrenamiento aeróbico. Es cierto que si te documentas verás que este cálculo de la frecuencia cardiaca máxima no es muy aceptado. Por lo que te animo a que vayas conociendo las sensaciones de tu cuerpo para determinar cuando estás realizando este entrenamiento aeróbico.

Cuando lleves de 3 a 4 meses realizando tres salidas semanales de entrenamiento aeróbico puedes empezar a plantearte ir un poco “más deprisa”, de lo cual ya hablaremos en otra entrada.


Analizando los años que llevo realizando deporte y las diferentes disciplinas que he practicado me doy cuenta que, sin querer, he llevado una vida deportiva “sana”. Empecé practicando la bici aumentando los kilómetros progresivamente. La bicicleta, siendo una actividad fundamentalmente aeróbica en la que no hay golpeteos que puedan provocar más fácilmente las lesiones, me permitió reforzar los músculos para el atletismo que comencé a practicar a la vez que la bici. Después llegó la natación, con la que descubrí las series y donde empecé a estresar al cuerpo. La natación, al igual que la bicicleta es un deporte poco lesivo por lo que a pesar de ese estrés no llegué a lesionarme. Comencé practicando un deporte aeróbico para después pasar a otros deportes más exigentes. Ahora practico cualquiera de los tres deportes.