Vísteme despacio que tengo prisa.
Ahora
que estás saliendo a pedalear o correr o nadar durante dos/tres días a la
semana seguramente te “habrá picado el gusanillo” para empezar a ir un poco más
deprisa. Con esta entrada pretendo mostrarte que para empezar a ir un poco “más
deprisa” primero deberás aguantar a ir todavía “más lento”.
Este
“ritmo lento” es un entrenamiento llamado aeróbico. Este tipo de entrenamiento
se basa en que los músculos que estás poniendo en funcionamiento consumen el
oxígeno que estás aportando en ese momento a través de tu respiración. Para que
te hagas una idea básica, estarás entrenando aeróbicamente si eres capaz de
hablar mientras realizas tu actividad. Evidentemente no lo pruebes si estás
nadando…
Para
los principiantes el fin de este entrenamiento aeróbico es la mejora y el
mantenimiento de la resistencia cardiovascular, fortaleces los músculos, los
tendones y aumentarás el número de capilares. Además el cuerpo se fortalece a
escala celular ya que generarás más mitocondrias (las generadoras de energía).
Para
los que ya corréis habitualmente este entrenamiento aeróbico os vendrá bien
para recuperar el cuerpo entre esfuerzos más severos.
Si
contáis con un pulsómetro que os indique las pulsaciones que estás marcando en
ese momento, se considera que estás realizando el entrenamiento aeróbico cuando
tus pulsaciones están entre el 60 y el 70 % de tu ritmo cardiaco máximo. Para
calcular de una manera sencilla y básica este ritmo cardiaco máximo tienes que
restar a 220 tu edad, a esa cifra deberás multiplicarla por 0,6 y 0,7 para
saber en que intervalo de pulsaciones debes moverte para hacer el entrenamiento
aeróbico. Es cierto que si te documentas verás que este cálculo de la
frecuencia cardiaca máxima no es muy aceptado. Por lo que te animo a que vayas
conociendo las sensaciones de tu cuerpo para determinar cuando estás realizando
este entrenamiento aeróbico.
Cuando
lleves de 3 a 4 meses realizando tres salidas semanales de entrenamiento aeróbico
puedes empezar a plantearte ir un poco “más deprisa”, de lo cual ya hablaremos
en otra entrada.
Analizando
los años que llevo realizando deporte y las diferentes disciplinas que he
practicado me doy cuenta que, sin querer, he llevado una vida deportiva “sana”.
Empecé practicando la bici aumentando los kilómetros progresivamente. La
bicicleta, siendo una actividad fundamentalmente aeróbica en la que no hay
golpeteos que puedan provocar más fácilmente las lesiones, me permitió reforzar
los músculos para el atletismo que comencé a practicar a la vez que la bici.
Después llegó la natación, con la que descubrí las series y donde empecé a estresar al cuerpo. La natación, al
igual que la bicicleta es un deporte poco lesivo por lo que a pesar de ese
estrés no llegué a lesionarme. Comencé practicando un deporte aeróbico para
después pasar a otros deportes más exigentes. Ahora practico cualquiera de los tres
deportes.
Muy chulo el blog, y muy friki, jeje. ¡¡Seguiré los consejos para corredores novatos, ahora que viene el buen tiempo y no da pereza salir a la calle!!
ResponderEliminar¡Un abrazo!
¡Muy bien Laura!
ResponderEliminarAhí te quiero ver. Sigue los consejos del blog...
Un beso.