lunes, 22 de septiembre de 2014

Segundo, el impulso (IV)


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Al día siguiente, Charles sale al patio a supervisar el recreo. Hoy no debería hacerlo. No es su turno, pero lo ha conseguido cambiar con un compañero. Es la única manera de hablar con Jesse ya que ese día no tiene clase con él.
Mientras le busca por el patio, muchos alumnos a los que lleva dando clase algunos años se acercan a él. Pasea de un lado a otro rodeado por cuatro chavales con los que no para de hablar de béisbol y baloncesto. Por fin en una de las esquinas del patio ve a Jesse. Está sentado. Solo. Charles se sorprende, no es lo habitual. Con el séquito de alumnos se acerca a él.
—Hola Jesse. ¿Qué tal estás?
Jesse mira desde el suelo a Charles y al resto de chavales que le acompañan. Guardan silencio sorprendidos.
—Bien, señor.
—¿No juegas con los demás compañeros?
—Prefiero estar aquí tranquilo. Estoy algo cansado, señor.
Charles piensa que es mejor no seguir preguntando. El resto de chavales murmuran algo entre ellos. Charles se arrodilla junto a Jesse.
—No he dejado de pensar en cómo corriste ayer. Lo hiciste muy bien.
—Gracias.
—¿Corres habitualmente?
—Sí. Antes corría más.
A Charles se le ocurre algo. Se dirige al resto de alumnos:
—¿Qué os parece si hacemos una pequeña carrera? Quiero que veáis lo bien que se le da correr a Jesse —le mira —seguro que no estás tan cansado como para rechazar una carrera.
Jesse sonríe.
—No. Claro que no, señor.
Sobre la tierra del patio Charles marca una línea y, mucho más lejos, marca otra.
—Bien. ¿Alguien que no quiera correr?
Ninguno de los chavales que le llegan a sacar tres años a Jesse se ofrece voluntario.
—Lo suponía. A ver, todo el mundo detrás de la línea, yo voy a la de llegada, cuando baje el brazo comienza la carrera, ¿De acuerdo?
El resto de chicos que están en el patio se acercan a ver que está organizando el profesor de educación física. Todos se muestran expectantes por la carrera. Cuando se sitúa al lado de la línea de llegada, Charles comprueba desde lejos que todos estén tras la línea. Levanta el brazo y lo baja rápidamente. Uno de los chavales, el más regordete, sale antes de tiempo. Cuando todos los demás ya han arrancado Jesse comienza, sale el último, pero enseguida empieza a remontar. Adelanta al que ha salido primero, se pone al nivel del penúltimo, yergue el tronco, aumenta la zancada, adelanta a dos más. Le parece que está unos años atrás saliendo de la iglesia que hacía las veces de colegio en Oakville. Ya solo le queda uno por delante, es más grande y más atlético. Éste se da cuenta que alguien por detrás está a punto de cogerle e intenta correr aún más. Jesse cree sentir el camino, las raíces y las piedras que se encontraba de camino a su casa. Se exprime al máximo, cuando llegan a la meta donde está Charles entran casi a la vez. Pese a los pocos metros que ha tenido la carrera, han sacado bastante a los demás. El más grande se dirige a Charles respirando trabajosamente:
—¿He ganado?
—Primero hay que darse la mano y felicitar al contrario por la carrera.
Los alumnos que conocen a Charles saben que les recordaría eso. Jesse se sorprende y da la mano a todos.
—¿Y bien? ¿he ganado?—vuelve a preguntar el mayor.
—Sí. Has ganado —el grande sonríe, Jesse suspira —aunque creo que quién ganará en poco tiempo es él —dice señalando a Jesse —¿Querrías venir por las tardes a entrenar conmigo en un club de atletismo?
—¿Yo? —se señala así mismo sorprendido porque un blanco cuente con él.
—Sí, claro. Tú —dice Charles poniéndole las manos sobre los hombros.
El muchacho sonríe tristemente.
—Trabajo por las tardes de lunes a viernes y los sábados por la mañana, señor —todavía está sorprendido.
—Vaya... no lo sabía —tras un silencio Charles le guiña un ojo —déjame que piense una solución para que puedas entrenar conmigo

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