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Viene de aquí.
Al día
siguiente, Charles sale al patio a supervisar el recreo. Hoy no debería
hacerlo. No es su turno, pero lo ha conseguido cambiar con un compañero. Es la
única manera de hablar con Jesse ya que ese día no tiene clase con él.
Mientras le
busca por el patio, muchos alumnos a los que lleva dando clase algunos años se
acercan a él. Pasea de un lado a otro rodeado por cuatro chavales con los que
no para de hablar de béisbol y baloncesto. Por fin en una de las esquinas del
patio ve a Jesse. Está sentado. Solo. Charles se sorprende, no es lo habitual.
Con el séquito de alumnos se acerca a él.
—Hola Jesse.
¿Qué tal estás?
Jesse mira
desde el suelo a Charles y al resto de chavales que le acompañan. Guardan
silencio sorprendidos.
—Bien, señor.
—¿No juegas
con los demás compañeros?
—Prefiero
estar aquí tranquilo. Estoy algo cansado, señor.
Charles
piensa que es mejor no seguir preguntando. El resto de chavales murmuran algo
entre ellos. Charles se arrodilla junto a Jesse.
—No he dejado
de pensar en cómo corriste ayer. Lo hiciste muy bien.
—Gracias.
—¿Corres
habitualmente?
—Sí. Antes
corría más.
A Charles se
le ocurre algo. Se dirige al resto de alumnos:
—¿Qué os
parece si hacemos una pequeña carrera? Quiero que veáis lo bien que se le da
correr a Jesse —le mira —seguro que no estás tan cansado como para rechazar una
carrera.
Jesse sonríe.
—No. Claro
que no, señor.
Sobre la
tierra del patio Charles marca una línea y, mucho más lejos, marca otra.
—Bien.
¿Alguien que no quiera correr?
Ninguno de
los chavales que le llegan a sacar tres años a Jesse se ofrece voluntario.
—Lo suponía.
A ver, todo el mundo detrás de la línea, yo voy a la de llegada, cuando baje el
brazo comienza la carrera, ¿De acuerdo?
El resto de
chicos que están en el patio se acercan a ver que está organizando el profesor
de educación física. Todos se muestran expectantes por la carrera. Cuando se
sitúa al lado de la línea de llegada, Charles comprueba desde lejos que todos
estén tras la línea. Levanta el brazo y lo baja rápidamente. Uno de los
chavales, el más regordete, sale antes de tiempo. Cuando todos los demás ya han
arrancado Jesse comienza, sale el último, pero enseguida empieza a remontar.
Adelanta al que ha salido primero, se pone al nivel del penúltimo, yergue el
tronco, aumenta la zancada, adelanta a dos más. Le parece que está unos años
atrás saliendo de la iglesia que hacía las veces de colegio en Oakville. Ya
solo le queda uno por delante, es más grande y más atlético. Éste se da cuenta
que alguien por detrás está a punto de cogerle e intenta correr aún más. Jesse
cree sentir el camino, las raíces y las piedras que se encontraba de camino a
su casa. Se exprime al máximo, cuando llegan a la meta donde está Charles
entran casi a la vez. Pese a los pocos metros que ha tenido la carrera, han
sacado bastante a los demás. El más grande se dirige a Charles respirando
trabajosamente:
—¿He ganado?
—Primero hay
que darse la mano y felicitar al contrario por la carrera.
Los alumnos
que conocen a Charles saben que les recordaría eso. Jesse se sorprende y da la
mano a todos.
—¿Y bien? ¿he
ganado?—vuelve a preguntar el mayor.
—Sí. Has
ganado —el grande sonríe, Jesse suspira —aunque creo que quién ganará en poco
tiempo es él —dice señalando a Jesse —¿Querrías venir por las tardes a entrenar
conmigo en un club de atletismo?
—¿Yo? —se
señala así mismo sorprendido porque un blanco cuente con él.
—Sí, claro.
Tú —dice Charles poniéndole las manos sobre los hombros.
El muchacho
sonríe tristemente.
—Trabajo por
las tardes de lunes a viernes y los sábados por la mañana, señor —todavía está
sorprendido.
—Vaya... no
lo sabía —tras un silencio Charles le guiña un ojo —déjame que piense una
solución para que puedas entrenar conmigo
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