Si comienza uno con certezas,
terminará con dudas; mas si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con
certezas. Bacon.
Este
domingo correré mi primera maratón. Quizá sea por la cantidad de kilómetros que
he corrido entrenando, o porque llega el buen tiempo y aún no he cogido la
bicicleta por lo que estoy algo desmotivado para correrla. Soy de las personas
a las que no les cuesta nada levantarse a primera hora para salir a correr o
sacrificar tiempo de otras cosas para hacer deporte, pero últimamente me cuesta
más y es que pensar que tengo que correr 42 km me está superando. Tengo que
encontrar motivaciones para ponerme en la línea de salida y también para
terminarla cuando me ponga en marcha. La prueba del maratón tiene eso que no
tienen otras distancias mucho más pequeñas: puedes haberte preparado bastante
para hacerla, pero en 42 kilómetros pueden pasar tantas cosas que hay que tener
la cabeza fría para que un pequeño problema a lo largo de la carrera no se
convierta en gigante y no terminarla.
Hubo
una vez que me propuse terminar todas las pruebas en las que participara y fue
hace ya bastante tiempo en una marcha ciclista en Getafe. Con mis 17 añitos, mi
maillot del Banesto del 93 y una vieja bicicleta de carretera de acero con su
plato pequeño de 42 dientes (ahora los modelos compaq tienen 34 dientes, es
decir, ahora hay que hacer menos fuerza que antes).
La
marcha ciclista hacía un recorrido por los sitios que conocía ya que solía
salir por allí en bicicleta (Villaconejos, Titulcia, San Martín de la Vega…). La
distancia de la marcha era de solo 105 kilómetros pero yo no los terminé. Y no
los terminé por varios motivos: Primero la falta de preparación ya que nunca
hasta entonces había hecho tantos kilómetros y segundo porque me pudo más el
corazón que la cabeza.
La
marcha era neutralizada en casi todo su recorrido, por lo que la Guardia Civil
iba por delante y por detrás del grupo de ciclistas sin cortar el tráfico a una
velocidad constante y baja para que el pelotón la mantuviera. El único tramo
que no estaba neutralizado era entre Titulcia y Villaconejos, que era un tramo
libre donde se permitía que los ciclistas fueran más rápido. Cuando se abrió
este tramo libre yo fui de los primeros en ponerme por delante como si me fuera
la vida en ello por lo que me puse en un grupo de delante. Por supuesto había
medido mal mis fuerzas y el esfuerzo me pasó factura por lo que al cabo de
pocos kilómetros no estaba en el grupo de delante si no que estaba en un grupo
intermedio para finalmente entrar en Villaconejos en el último grupo que iba
justo delante de los coches escoba… cada vez que recuerdo esto sonrío porque
pequé de principiante y de no pensar primero con la cabeza si no con el
corazón.
En
Villaconejos había preparado un avituallamiento por lo que comí y bebí. Al
reanudar la vuelta a Getafe me empezaron a dar tirones en los cuádriceps. Al
forzar la postura para que no me dieran tirones empecé a cargar sobre otros
grupos musculares que, al no tener acostumbrados, se empezaron a cargar y al
poco tiempo también me daban tirones en los bíceps femorales de ambas piernas.
El dolor era insoportable. A pesar de que me acompañaba un compañero de la peña
a la que pertenecía, en el último puertecito (la cuesta nueva) tuve que bajarme
de la bici. Recuerdo que el hombre que llevaba el coche escoba al recogerme me
preguntó: “pero chaval ¿cuántos años tienes?” “diecisiete” respondí, a lo que
me dijo “¡Yo con tu edad me comía el mundo!” pensé: “pues coja mi bicicleta y
adelante que yo no puedo ni con mi alma”.
De
camino a la llegada en el coche escoba me propuse acabar todas las pruebas a
las que me apuntaría. Para ello tendría que coger más fondo ya que entonces
sabía que me había faltado preparación. Ese año empezaba la universidad y me
iba a faltar tiempo para salir en bicicleta así que pensé en empezar a correr,
y desde entonces corro hasta el día de hoy.
En
junio de 2012 hice una prueba ciclista en Cantabria llamada el Soplao que tiene 215 km. Entonces,
gracias a la moda retro de los maillots antiguos, llevé puesto el maillot del
Banesto del 93 con el que corrí la prueba por la que tuve que abandonar hacía
doce años. De alguna manera quería demostrar al chaval de 17 años que fui que
sí se puede y que terminé una prueba el doble de larga que un día tuvo que
abandonar.
El
día de la maratón pensaré también en ese chaval de 17 años que abandonó la
marcha ciclista y que se propuso no abandonar más pruebas (salvo que me
encuentre mal o tenga alguna lesión). Será un motivo para terminarla…