jueves, 20 de junio de 2013

Carrera del VIH


Este pasado domingo, 16 de Junio, se realizaba en la Casa de Campo de Madrid, la undécima carrera popular para la lucha contra el VIH, en la que participaron unos 5.000 corredores, además de niños. Hacia tiempo que nos habíamos inscrito en esta carrera, prácticamente después de la Nike Running. Se trataba igualmente de 5km pero la diferencia estribaba en que ahora si había empezado a prepararme, ¿cómo?, varios días entre semana, Carlos me había aconsejado que montara en bici para coger fondo y preparar los músculos, de esta manera evitaría, también, lesiones futuras. Me planteamiento era que podría mejorar la carrera anterior, sufriría menos y, por qué no, disfrutaría más. No fue así.


Es curioso, estaba súper contenta, cuando llegamos a la pradera, donde había cientos de personas de todas las edades, cuyos colores de las ropas que llevaban, parecían una bandera exultante de energía y vitalidad. Se encontraban dispersos entre el ropero, la zona de los dorsales, en los tablones de listados, pero, sobre todo, buscando la preciada sombra. Qué calor hacía y… aún era temprano!

Corrieron los pequeñines primero, niñas y después niños. Muchos acompañados de sus padres, otros solitos. ¡Como corrían! Seguro que vimos muchos futuros campeones.

La nuestra llegó en seguida. Habíamos estirado un poquito, sin correr, ya que Carlos arrastra una lesión en un talón. ¡Bastante que me acompañaba!

Cuando nos metimos en el callejón de salida apenas podíamos movernos de la cantidad de gente que había. Para que os hagáis una idea, pasamos por debajo de salida en el minuto casi tres, después de dar el pistoletazo de salida.

En esta segunda carrera volví a descubrir que en estos primeros minutos, mientras tú vas haciendo un repaso mental de sensaciones, acoplándote a un ritmo llevadero, hay un montón de gente que se dedica a adelantar, moverse en zig zag a tu lado, entorpecer tu trayectoria... Ciertamente muchos de ellos están preparados e irán fuertes, pero otros, tras pocos metros de ilusión, se apagan y los dejas tranquilamente atrás. Sea el motivo que sea, no son conscientes de lo que pueden molestar, pero... ¿Que le vamos a hacer?


Llevaba un ritmo tranquilo, pausado, no excesivamente lento, concentrándome en dosificar las fuerzas, en respirar, en plantar bien los pies… Es cierto que al principio sentí rigidez en la espalda pero, sobre todo, el calor empezaba a apretar. Era muy positivo que los primeros kilómetros transcurrieran entre la arboleda, la sombra nos protegía de la incidencia del sol. Habíamos dado la primera vuelta, en el kilómetro dos, más o menos, cuando las sensaciones que tenía, paso a paso, se fueron recrudeciendo. El aire no llegaba a mis pulmones y parecía que me estaba ahogando entre flemas, mocos… No sabía si se trataba de asma, o de haberme acatarrado por el aire acondicionado de mi trabajo. El estómago se revolvía en mi vientre, saltaba, queriendo desbordar todo lo que tuviera. No era una cuestión de cansancio físico, era un malestar que se estaba apoderando de mí. Carlos lo notó enseguida, se pegaba más a mi. Con una paciencia infinita me preguntaba, me animaba, me acompañaba en silencio, sin duda, el mejor apoyo que podía darme. Dios mío, parecía que llevaba 25 km a mis espaldas y… no había llegado al tercero. Mi mantra era, no te pares, no te pares, no te pares, no te pares… No quería fracasar. Quería hacerlo, igual que la vez anterior. Podía hacerlo. Me dieron varias arcadas, seguía sin poder respirar… El mantra perdía fuerza, ya no funcionaba. Eran 5 kilómetros, por favor! No era una maratón. Carlos, mi Carlos, si ha pateado kilómetros, cientos de ellos. Ni siquiera un entrenamiento suyo es tan mediocre. Volvía a intentarlo pero… no os hacéis a la idea de lo atractivo que era pararse un poquito. No pararse, andar. Respirar, relajarse y… volver rápidamente. Había mucha gente que se había parado antes… 

Ahora sé que ese fue el error, uno de ellos, el peor era centrar mi pensamiento en cada una de las sensaciones, olvidando la premisa fundamental de IGNORA, dolor, cansancio, ruido… ¡IGNORA! No lo hice. Me paré. Anduve rápidamente entre otros corredores que se paraban, entre otros que me sorteaban para seguir corriendo hacia la meta. Instantes después volví a correr, pero ya no era igual, mis piernas pesaban como si tuviera cemento en ellos. Ahora si me decía, no te pares, no te pares, esta vez sería peor… Volví hacerlo, una vez más, y otra. En la última cuesta antes de llegar a meta, se me caían las lágrimas, derrotada. Avergonzada miraba a Carlos, me sonreía, me animaba. Corrí por última vez hasta llegar a meta. Atravesé aquel muro invisible, levantando su mano con tristeza. Estaba completamente sedienta y mareada. Había sido un fracaso total y absoluto. Un golpe. No podía siquiera correr 5 kilómetros.


Carlos me decía que había carreras buenas y malas, que lo que tenía que hacer era pensar en ello, ver donde había podido fallar y tenerlo en cuenta para la próxima vez.

Pues bien, he pensado mucho en ello, cierto es que estaba acatarrada (por eso me ahogaba), que quizás desayuné más de lo que suelo hacerlo (de ahí el dolor de estómago), que hacía un calor de mil demonios, que… Puedo encontrar muchos QUÉ, el fundamental, que no suena a excusa, que es el que mayor peso tiene, es este: lo que me pudo fueron mis pensamientos y mi poca experiencia. Fracasé porque me convencí de ello. Me paré porque me convencí de hacerlo. Era la misma sensación de cuando fumaba, ¿realmente lo necesitaba? La sensación de no poder, de dejarlo, de descansar, de pensar “qué hago aquí”, mina tus fuerzas, tu resistencia. Claro que puedo, que podemos, cualquiera de nosotros. No había entrenado e hice la primera carrera sin tantos problemas. Ahora había entrenado, de una forma constante aunque no todo lo fuerte que pude hacerlo. Ahora bien, la pregunta, es: Aprenderé de mis errores? Volveré a darme por vencida? Seguiré corriendo? 

Un viaje de mil millas, comienza con el primer paso. No acostumbro a darme por vencida, nunca. No será diferente esta vez. 3…2…1 … Let´s go!!

Muchas gracias por todo Carlos.


Bahamontes y el Tour del 57



           -  Por tu mujer, Fede…
           -  ¡No!
           -  Por España.
           -  ¡No!
           -  Por Francia.
           -  ¡No!
Había un tiempo en el que los ciclistas no tenían potenciómetros y sus esfuerzos sobre la bici lo medían sus propias sensaciones. Además no tenían pinganillos en las orejas y las órdenes del equipo eran trasladadas desde el coche del equipo (si es que estaba cerca). Si no era así, tenías que conocer muy bien como iba la carrera para hacerte una buena visión de ella. De aquellos tiempos me gustaría rescataros una anécdota de cómo la tozudez te puede conducir al fracaso… o a la victoria.

Para situarse, deberías saber que a finales de los años 50 había dos grandes figuras en el ciclismo español: Federico Martín Bahamontes y Loroño. Estas dos grandes figuras se disputaban grandes carreras y su enemistad era manifiesta, más cuando compartían el mismo equipo. Cada uno de ellos contaba con sus propios gregarios: Carmelo Morales y Antonio Ferraz de Bahamontes y Bernardo Ruiz (entre otros) de Loroño.
En el año 1957, Loroño ganó la vuelta a España cuando entonces se disputaba antes que el Tour y no sin polémica con Bahamontes. En la escapada en la que Loroño le metió una minutada a Bahamontes, éste quiso reaccionar e ir tras él pero el coche del entonces director del equipo de Loroño y Bahamontes, Luis Puig, se puso delante de Bahamontes haciendo zigzags para pararle el ritmo: “¡Loroño está mejor colocado que tú! ¡No debes cogerle!” le repetía el director del equipo. Aquella noche en el hotel Loroño y Bahamontes casi llegan a las manos.

Con esta polémica llegaron al Tour donde las rencillas hicieron que Bahamontes intentara dejar en fuera de juego a Loroño, escapándose en las primeras etapas y olvidándose por completo de que compartían el mismo equipo. En la cuarta etapa a la salida de un pueblo en la que el pelotón tuvo que hidratarse por el calor que hacía, a Bahamontes le picó una avispa en la ceja. Los fotógrafos no dejaron pasar esta ocasión y le retrataron con la picadura.


En otra de las etapas de montaña, Bahamontes iba sufriendo, muy alejado de los primeros puestos. No dejaba de llevarse la mano izquierda atrás y es que tenía un fuerte dolor de espalda que apenas le dejaba montar en bici. Siempre bien arropado por sus dos gregarios Morales y Ferraz llegó un momento que se cayó a la cuneta.


Es entonces cuando sus compañeros intentaron ayudarle a montarle otra vez en la bici y Bahamontes se negó en rotundo, literalmente le volvieron a sentar sobre la bici y él se revolvió. Se acercó el coche del equipo para animarle a que se subiera sobre la bici y él lo único que hizo fue arrojar las zapatillas dentro. Morales trató de convencerle:
-          Por tu mujer, Fede…
-          ¡No!
-          Por España.
-          ¡No!
-          Por Francia.
-          ¡No!
Conociéndole como le conocían, con su extravagancia y cabezonería, nadie creía firmemente que a Bahamontes esos dolores le hicieran bajar de la bicicleta. Finalmente nadie consiguió convencerle. El incombustible Bahamontes se retiró en ese Tour (que fue el primero de Anquetil) para ganarlo dos años después en 1959. La causa de sus dolores de espalda fue la inyección de Calcio que le puso su director de equipo. A pesar de que a día de hoy puede llamar mucho la atención la práctica de inyecciones de determinadas sustancias, antiguamente esto era normal EN EL CICLISMO Y EN TODOS LOS DEPORTES hasta que llegó la muerte de Tom Simpson en el Mont Ventoux en 1967. De este tema me gustaría hablaros en alguna que otra entrada.
El palmarés de Bahamontes es digno de un genio: Tour de Francia: general (1959), Maillot de la montaña ¡seis veces! (1954, 1958, 1959, 1962, 1963, 1964) solo batido por Richard Virenque con siete veces y 7 etapas. Giro de Italia: montaña (1956) y 1 etapa. Vuelta a España: montaña (1958) y 2 etapas. Campeonato de España en Ruta (1958) y Campeonato de España de Montaña (1959).


Como descubrí la historia del ciclismo.

En mi primer año trabajando de socorrista trabajé de correturnos en cinco piscinas. Trabajaba el día que mis compañeros libraban y hacía dos días a la semana en una piscina donde había dos compañeros. En esta última piscina siempre venía a primera hora un hombre llamado Jacinto, con una poblada barba y de unos 130 kg que nadaba durante una hora y media. Debido a su peso tenía un gran mérito nadar con ese estilo de natación entre la braza y el crol. Por supuesto que de la hora y media de nado, más de media hora se tiraba hablando con la única persona que hay en la playa de la piscina a primera hora: el socorrista. Recuerdo que paraba en el lateral, se apoyaba sobre los codos en el borde, se apartaba las gafas y a darle al palique…

Uno de los primeros días que vino recuerdo que en una de esas paradas se paró, se apoyó sobre los codos, apartó las gafas y dijo: “tú eres ciclista”. No hace falta ser un detective para poder distinguir a una persona que monta mucho en bicicleta, sobretodo si la camiseta de socorrista es sin mangas y el moreno “agroman” que deja el maillot resalta a la vista. “bueno… monto en bici” contesté. “Entonces eres ciclista. Yo también lo fui.” Resulta que Jacinto, en su época de chaval, estaba todo el día montando en bicicleta de acá para allá y cuando no montaba en bicicleta estudiaba a todos los ciclistas de su época y anteriores así como la historia de las carreras ciclistas. Después, las obligaciones familiares le habían hecho abandonar la bici pero no abandonó su afición por el ciclismo. En esos descansos entre largo y largo fue él quien me empezó a hablar de los ciclistas de otros tiempos (Poblet, Bahamontes, Loroño, Ocaña, Merckx, Anquetil, Hinault…), de la historia del Tour, de las clásicas (bueno, éstas ya me las estaba empezando a enseñar Óscar Freire). Cuando se enteró de los días fijos que iba a esa piscina me dejaba recortes de prensa de hacía 40 año: cuando Ocaña se cayó en los Pirineos, de los Tours de Merckx, un cd de la historia de la vuelta… todo eso a cambio de que yo le dejara entrar en la piscina un poquito antes de abrir. Así que antes de que abriéramos la piscina Jacinto ya estaba nadando mientras yo pasaba el limpiafondos a la piscina.

Un día en una de esas paradas me confesó: “Carlos: Yo hubiese vendido mi alma al diablo solo por correr un Tour ¡correr un solo Tour! ¡Ni siquiera ganarlo!”