Este
pasado domingo, 16 de Junio, se realizaba en la Casa de Campo de Madrid, la undécima carrera
popular para la lucha contra el VIH, en la que participaron unos 5.000 corredores,
además de niños. Hacia tiempo que nos habíamos inscrito en esta carrera,
prácticamente después de la Nike Running.
Se trataba igualmente de 5km pero la diferencia estribaba en que ahora si había
empezado a prepararme, ¿cómo?, varios días entre semana, Carlos me había
aconsejado que montara en bici para coger fondo y preparar los músculos, de
esta manera evitaría, también, lesiones futuras. Me planteamiento era que
podría mejorar la carrera anterior, sufriría menos y, por qué no, disfrutaría
más. No fue así.
Es curioso, estaba súper contenta, cuando llegamos a la pradera, donde había cientos de personas de todas las edades, cuyos colores de las ropas que llevaban, parecían una bandera exultante de energía y vitalidad. Se encontraban dispersos entre el ropero, la zona de los dorsales, en los tablones de listados, pero, sobre todo, buscando la preciada sombra. Qué calor hacía y… aún era temprano!
Corrieron los pequeñines primero, niñas y después niños. Muchos acompañados de sus padres, otros solitos. ¡Como corrían! Seguro que vimos muchos futuros campeones.
La nuestra llegó en seguida. Habíamos estirado un poquito, sin correr, ya que Carlos arrastra una lesión en un talón. ¡Bastante que me acompañaba!
Cuando nos metimos en el callejón de salida apenas podíamos
movernos de la cantidad de gente que había. Para que os hagáis una idea,
pasamos por debajo de salida en el minuto casi tres, después de dar el
pistoletazo de salida.
En
esta segunda carrera volví a descubrir que en estos primeros minutos, mientras
tú vas haciendo un repaso mental de sensaciones, acoplándote a un ritmo
llevadero, hay un montón de gente que se dedica a adelantar, moverse en zig zag
a tu lado, entorpecer tu trayectoria... Ciertamente muchos de ellos están
preparados e irán fuertes, pero otros, tras pocos metros de ilusión, se apagan
y los dejas tranquilamente atrás. Sea el motivo que sea, no son conscientes de
lo que pueden molestar, pero... ¿Que le vamos a hacer?
Llevaba
un ritmo tranquilo, pausado, no excesivamente lento, concentrándome en
dosificar las fuerzas, en respirar, en plantar bien los pies… Es cierto que al
principio sentí rigidez en la espalda pero, sobre todo, el calor empezaba a
apretar. Era muy positivo que los primeros kilómetros transcurrieran entre la
arboleda, la sombra nos protegía de la incidencia del sol. Habíamos dado la
primera vuelta, en el kilómetro dos, más o menos, cuando las sensaciones que
tenía, paso a paso, se fueron recrudeciendo. El aire no llegaba a mis pulmones
y parecía que me estaba ahogando entre flemas, mocos… No sabía si se trataba de
asma, o de haberme acatarrado por el aire acondicionado de mi trabajo. El
estómago se revolvía en mi vientre, saltaba, queriendo desbordar todo lo que
tuviera. No era una cuestión de cansancio físico, era un malestar que se estaba
apoderando de mí. Carlos lo notó enseguida, se pegaba más a mi. Con una
paciencia infinita me preguntaba, me animaba, me acompañaba en silencio, sin
duda, el mejor apoyo que podía darme. Dios mío, parecía que llevaba 25 km a mis espaldas y… no
había llegado al tercero. Mi mantra era, no te pares, no te pares, no te pares,
no te pares… No quería fracasar. Quería hacerlo, igual que la vez anterior.
Podía hacerlo. Me dieron varias arcadas, seguía sin poder respirar… El mantra
perdía fuerza, ya no funcionaba. Eran 5 kilómetros, por
favor! No era una maratón. Carlos, mi Carlos, si ha pateado kilómetros, cientos
de ellos. Ni siquiera un entrenamiento suyo es tan mediocre. Volvía a
intentarlo pero… no os hacéis a la idea de lo atractivo que era pararse un
poquito. No pararse, andar. Respirar, relajarse y… volver rápidamente. Había
mucha gente que se había parado antes…
Ahora
sé que ese fue el error, uno de ellos, el peor era centrar mi pensamiento en
cada una de las sensaciones, olvidando la premisa fundamental de IGNORA, dolor,
cansancio, ruido… ¡IGNORA! No lo hice. Me paré. Anduve rápidamente entre otros
corredores que se paraban, entre otros que me sorteaban para seguir corriendo
hacia la meta. Instantes después volví a correr, pero ya no era igual, mis
piernas pesaban como si tuviera cemento en ellos. Ahora si me decía, no te
pares, no te pares, esta vez sería peor… Volví hacerlo, una vez más, y otra. En
la última cuesta antes de llegar a meta, se me caían las lágrimas, derrotada.
Avergonzada miraba a Carlos, me sonreía, me animaba. Corrí por última vez hasta
llegar a meta. Atravesé aquel muro invisible, levantando su mano con tristeza.
Estaba completamente sedienta y mareada. Había sido un fracaso total y
absoluto. Un golpe. No podía siquiera correr 5 kilómetros.
Carlos
me decía que había carreras buenas y malas, que lo que tenía que hacer era
pensar en ello, ver donde había podido fallar y tenerlo en cuenta para la
próxima vez.
Pues
bien, he pensado mucho en ello, cierto es que estaba acatarrada (por eso me
ahogaba), que quizás desayuné más de lo que suelo hacerlo (de ahí el dolor de
estómago), que hacía un calor de mil demonios, que… Puedo encontrar muchos QUÉ,
el fundamental, que no suena a excusa, que es el que mayor peso tiene, es este:
lo que me pudo fueron mis pensamientos y mi poca experiencia. Fracasé porque me
convencí de ello. Me paré porque me convencí de hacerlo. Era la misma sensación
de cuando fumaba, ¿realmente lo necesitaba? La sensación de no poder, de
dejarlo, de descansar, de pensar “qué hago aquí”, mina tus fuerzas, tu
resistencia. Claro que puedo, que podemos, cualquiera de nosotros. No había
entrenado e hice la primera carrera sin tantos problemas. Ahora había
entrenado, de una forma constante aunque no todo lo fuerte que pude hacerlo.
Ahora bien, la pregunta, es: Aprenderé de mis errores? Volveré a darme por
vencida? Seguiré corriendo?
Un
viaje de mil millas, comienza con el primer paso. No acostumbro a darme por vencida,
nunca. No será diferente esta vez. 3…2…1 … Let´s go!!
Muchas
gracias por todo Carlos.
Estas hecha una campeona Maribel!! Sigue así!!
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