Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota
la victoria de quien se ha vencido a sí mismo. Buda.
Acostumbrado
a los deportes de equipo donde se enfrenta un equipo contra otro y acaba
habiendo un ganador y un perdedor, puedes pensar que practicando los deportes
de atletismo, ciclismo o natación uno no debe sentirse ganador o perdedor salvo
que quede primero o cualquier otro puesto después de este, respectivamente. En
el caso de que consigas el primer puesto habrás ganado, si no lo consigues
habrás perdido. Para mi práctica deportiva yo no opino así. En cada prueba en la
que participo compito contra mi mismo y contra el objetivo que me he propuesto.
Si me bato a mí mismo o si consigo el objetivo habré conseguido ganar, si no lo
hago habré perdido independientemente
del puesto.
Mi objetivo de todos los años en la carrera
es intentar bajar de 38 minutos en una carrera homologada de 10 km para poder
correr la San Silvestre Vallecana Internacional de ese año. Una vez conseguido
este reto, el objetivo primordial es intentar bajar de 38 minutos en esa
carrera. Bajé de esos tiempos en carreras homologadas y por lo tanto corrí la
San Silvestre Vallecana Internacional en los años 2006, 2007, 2011 y 2012 y no
ha sido hasta este último año cuando he conseguido bajar de los 38 minutos en
la propia prueba (por lo que ya tengo plaza para la de este año 2013). El
perfil de la San Silvestre Vallecana Internacional es complicado ya que los
primeros kilómetros tienen tendencia a bajar para cambiar los dos últimos
kilómetros donde todo pica hacia arriba. La prueba del año 2006 la considero de
prueba para conocer el recorrido, la del año 2007 salí a un ritmo que no pude
mantener y mucho menos los dos últimos kilómetros. En el año 2011 corrí con un
dolor de tripa impresionante, si hubiera podido hubiese parado en la Calle
Serrano y no precisamente a mirar escaparates. Finalmente después de todas esas
derrotas ha sido en 2012 cuando he metido el tiempo que quería en la prueba. De
alguna manera todas esas “derrotas” previas me prepararon para la “victoria”
que conseguí en 2012.
El
sentimiento que queda tras la derrota es la rabia. La rabia de un niño pequeño
que no acepta que le ganen porque en definitiva uno no acepta que haya perdido.
Tras la rabia, una vez calmado, llega el análisis del por qué no has conseguido
estar como otras veces o del porqué no has conseguido el objetivo que te habías
propuesto. Y no hay que olvidarse que, no teniendo más rival que uno mismo, la
causa de la derrota parte de si mismo: “Quizá he llegado fuera de forma”, “quizá
el objetivo no era alcanzable y he subestimado la prueba…”. Tras el análisis,
finalmente la aceptación de la derrota: “he perdido” y automáticamente hay que
levantarse y proponerse un nuevo objetivo intentando corregir todo aquello por
lo que has perdido. Esto es aprender de las derrotas. Esto es lo que yo
entiendo de la expresión saber perder: rabia, análisis, aceptación y nuevo
intento.
Y esto último también lo aplico en mí día a
día más allá del deporte. Porque la vida está llena de pequeñas y grandes
derrotas por las que sientes rabia (que puede durar bastante tiempo), de las
que haces un análisis de la situación (desde diferentes puntos de vista y
siempre objetivamente), aceptas la derrota (con o sin resignación) y después
vuelves a intentarlo. Seguramente tú también, sin darte cuenta, seguirás estos
pasos cada vez que te has sentido derrotado. Es cierto que según nuestra forma
de ser tu etapa de rabia o análisis durará más o menos tiempo, pero ¿quién no
ha pasado por estas etapas cuando ha dado por finalizada una relación (del tipo
que sea)?
Por
cada victoria que se consigue, uno ha perdido la cuenta de todas las derrotas
que ha sufrido, pero eso es lo que hace que cada victoria sea más grande.
Gracias!!!!
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