La fuerza no proviene de la capacidad física, sino de una voluntad
indómita. Mahatma Gandhi.
“Conócete a ti mismo”… rezaba en
el Templo de Apolo en Delfos, una frase que hubiera podido escribir Sócrates,
padre de la filosofía.
Lo que fui… Nunca
hice deporte. Nunca me llamó la atención. La razón puede deberse a que, estando
en el colegio, era una niña grande, más grande que la media, a lo largo y
ancho… Eso significaba que era diferente con respecto a los demás, que, en
clase de educación física, eran mejores y más rápidos. Yo era muy lista,
pero en aquella hora semanal, no podía demostrar mi valía, no podía estar
a la altura, seguramente porque yo misma me lo creía.
Lo que soy… Ciertamente
he conocido el senderismo, buceo, piragüismo, natación, patinaje, escalada… Son
prácticas que me encantan pero mi dificultad es que no soy constante, no con
el deporte. Quizás es porque priorizo con otros aspectos de mi vida: mi
pareja, el trabajo y la casa. Suena a excusa pero es mi realidad. Hasta
hace poco no sabía buscar tiempo para mi (sinceramente, aún no sé muy bien)
para centrarme en algo que yo quiera hacer, algo que no sea un deber. Sabes de
qué hablo, ¿verdad? Seguro que tu también rellenas los huecos de tiempo que te
sobran con el odiado “tengo que”. Créeme, tengo cientos de listas
con cosas por hacer… Borro y marco, borro y marco… ¡Qué agotamiento!
Hace poco, debido a mi volumen de
trabajo y su responsabilidad (doy gracias por tener un trabajo), empecé a
sentir taquicardias por las noches, en una conversación con un amigo me quedaba
sin aire y se me aceleraba el corazón, otras veces mi cuerpo se agarrotaba
mientras cocinaba… Durante un tiempo estas sensaciones se multiplicaron día a
día, ya no eran episodios esporádicos, se repetían constantemente y me dejaban
agotada. Entendí que eran alarmas que mi cuerpo me estaba enviando, diciéndome
claramente, “algo no estas haciendo bien”, “¿cuánto tiempo podrás seguir
así?” La realidad más cruel la observé, no mirándome en el espejo, si no a
través de los ojos de mi marido, enfadado, asustado y preocupado. En ese
momento, dejé de pensar que podía con todo, que era imprescindible, para pensar
fríamente: “tengo un problema... Yo soy el problema”. Es
curioso que, una vez detectado el origen del mal, sea medianamente fácil
ponerle solución. Una mujer a la que admiro profundamente, Jose (y a su marido,
el Sr. Ducatti), en el Camino de Santiago, me dijo que estaba en el
momento para empezar a cuidarme... En ello estoy, intentando cambiar.
Lo que seré… Mi
primera carrera, quizás mi punto de inflexión… Mi amiga Noelia me
propuso hacer la carrera de la mujer, este pasado domingo 5 de Mayo. El
problema, 7 km
me separaban de la meta, y mi cuerpo, más flexible por las pocas sesiones que
llevo de Yoga, hacía meses que no corría. (No os quiero confundir: puedo andar
sin conocimiento en marchas de senderismo ó trekking. Me encanta. La otra cruz
de la moneda es que me he puesto mayas y he salido a correr 5 veces en los 10
años que estoy con mi chico… Es decir… deportista, deportista… pues no). Le di
muchas vueltas. Me planteé hacer una de menos kilómetros, algo que yo pudiera
hacer. Algo que fuera un objetivo cercano y, sobre todo, algo que pudiera hacer
con mi Carlos, alguien que, incansablemente, durante mucho tiempo, ha intentado
motivarme para hacer cosas con él (me compró una bici, me compró mayas y unas
deportivas para correr...).
Él, a quien he perseguido por calles, metros, buses
en carreras que nos han llevado desde Cantabria a Cuenca, muchas en Madrid,
como la San Silvestre Vallecana Internacional o la Maratón. Me enteré por
casualidad de la carrera Nike Running, de 5 km, en Rivas (¡gracias Iris!) Sin pensármelo
dos veces, se lo comenté a Carlos y a mi amiga Noe. Finalmente, nos apuntamos Carlos
y yo, y otra gran amiga, Laurita. No salimos a entrenar ya que la carrera
estaba muy cerca y porque al no tener coche para movernos, no sabíamos si
podríamos ir a la carrera. Gracias a nuestro ángel de la guarda, Joaquín,
pudimos hacerlo...
Llegamos muy temprano, el inicio
de la carrera (y el final), era prácticamente en la entrada de la tienda Nike
del centro comercial H2O. Había algo de gente pero seguro que llegarían más
personas. Haciendo algo de tiempo, dimos alguna vuelta por la tienda,
re-desayunamos y calentamos un poquito. El circuito tenía una parte chula en
tierra y otra parte en el párking y consistía en dar dos vueltas. Nuestra
carrera, la de 5 km,
compartía recorrido y tiempo, con la gente que se había inscrito para la de
10km.
En la salida, nos situamos detrás
para que los fuertes y los que creen que pueden serlo, no nos tuvieran de
obstáculos. La marcha la iniciamos a un ritmo tranquilo, sin prisas. Cierto es
que nos adelantaban algunos que en poco más de un kilómetro, bajaban el ritmo
considerablemente o se ponían a andar. Nosotras dosificamos nuestras fuerzas,
sin agotarnos, para que pudiéramos llegar al final sin complicaciones. La
primera vuelta al circuito, la parte de la tierra, era muy cómoda, muy fácil y
llevadera.
La parte del párking, 8 vueltas en zigzag, era lo peor, el golpe
psicológico que te susurra “qué haces aquí”. La monotonía de esta parte no pudo
con nosotras. Continuamos a un buen ritmo, guiadas en todo momento por Carlos y
Joaquín que nos animaban constantemente, preguntándonos que tal estábamos, ofreciéndonos
agua, haciéndonos fotos… Vamos, ¡un lujo! Adelantamos y dejamos atrás a varios
compañeros. Seguimos, viendo la meta muy cerca, los escasos metros eran
separados por la monotonía del zigzag. Hacía un calor de justicia, me quité la
camiseta que llevaba para que Carlos pudiera ver el mensaje que le había
escrito en la de tirantes que llevaba: No
te des por vencido. ¡Puedes con todo! Ayúdame.
Sé que se emocionó, yo
también, pero había que acabarla. Me despisté y empecé a apretar el ritmo,
pensando que estaba en la recta de la meta. No era así, quedaban dos zigzag
más. Cuando llegué a la recta Laurita apretó, seguida de Joaquín y yo intenté
hacer lo mismo, pero a mis pulmones (traidores llenos de Nicotina), no se
querían llenar de oxígeno, por lo que ignoré y continúe para llegar al final,
diciéndole a Laura un hasta ahora. Carlos no se separó de mí. Me animaba.
Escuchaba su voz por encima de mis pensamientos, “vamos campeona, ya no queda
nada, vamos“. Sé que le cogí la mano entrando en meta y quise levantarla, “él
es el campeón, no yo”, pensaba. Me emocioné, le abracé, le besé, y ¡a
Laurita y a Joaquín! ¡A todos! La euforia se adueñó de mí, sonreía tontamente.
Conseguí una victoria sobre mi misma. Ahora sé que puedo, que soy capaz, que el
límite lo pongo yo. Y también sé, que sin todos ellos, sin mi Carlos, Laurita y
Joaquín, no lo hubiera hecho. ¡Gracias chicos! ¡Gracias!
Conócete a ti mismo…
Llevaba 6 días sin fumar, el martes, por estrés caí… Ayer no lo hice, hoy
tampoco, mañana… Quien sabe. Mi mantra es: Ahora sé que puedo, que soy
capaz, que el límite lo pongo yo. ¡Lo conseguiré! ¡Tú también puedes!
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