Todo arde si le aplicas la chispa adecuada. HS
Si una de las razones por la que estás haciendo deporte regularmente es para mantener la línea o para perder algún kilito (esta motivación es muy común), es imprescindible que sepas que hacer deporte no te mantiene la línea que pretendes si comes cualquier cosa que se te antoje y cuando quieras. Si el deporte es un medio para conseguir esta finalidad es importante que conozcas que tipo de combustible utilizamos en nuestro organismo cuando hacemos deporte.
Si una de las razones por la que estás haciendo deporte regularmente es para mantener la línea o para perder algún kilito (esta motivación es muy común), es imprescindible que sepas que hacer deporte no te mantiene la línea que pretendes si comes cualquier cosa que se te antoje y cuando quieras. Si el deporte es un medio para conseguir esta finalidad es importante que conozcas que tipo de combustible utilizamos en nuestro organismo cuando hacemos deporte.
Combustible muscular.
Los
músculos, para poder ejercer sus funciones, utilizan estos tres tipos de
combustible: los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas.
Los
hidratos de carbono se almacenan en nuestro cuerpo en forma de glucógeno
muscular (en los músculos que estemos usando) y de glucógeno hepático. El
glucógeno se descompone en glucosa que es la unidad básica (enlaces de carbono
sencillos) que queman las mitocondrias de los músculos formando CO2 y agua
(entre otros). La energía de la glucosa es POCA pero RÁPIDA. El cerebro es un
gran consumidor de hidratos de carbono.
Las
grasas están formadas por unidades más complejas que la glucosa (tienen
enlaces de carbono dobles más energéticos) por lo que aportan MUCHA más energía
que la anterior pero de tipo LENTO.
Las
proteínas aportan poca energía pero su contribución como combustible
aumenta cuanto más intenso sea el ejercicio y especialmente cuando los
depósitos de glucógeno empiezan a escasear.
La
intensidad del deporte que estés practicando hará que el músculo use más
glucosa o más grasa. A medida que la intensidad es mayor o la actividad
deportiva dura mucho tiempo aumenta la cantidad de glucosa consumida y
disminuye el aporte de grasa, por lo tanto, si la intensidad es suficiente, el GLUCÓGENO
muscular y hepático SE TERMINA AGOTANDO. Cuando se acaba el glucógeno se
obtiene la energía a base de quemar grasas, aunque esta energía como se ha
visto no es rápida y comenzarás a ir más lento. Como se ha comentado antes, el
cerebro es un gran consumidor de hidratos de carbono, por lo que puedes llegar
a notar mareos si has agotado las reservas de glucógeno.
El agua.
El
60% de tu cuerpo es agua y es importante mantener este porcentaje de agua aún
cuando estamos realizando deporte. El agua es el principal componente de la
sangre. Si nos deshidratamos la sangre se volverá más viscosa y el corazón
tendrá que realizar un mayor esfuerzo para bombear la sangre. Por otra parte la
sangre también nos permite regular nuestra temperatura corporal, por lo tanto
si tiene menos concentración de agua el cuerpo estará más expuesto al aumento
de temperatura.
Además
de agua, en el sudor también se pierden sales minerales, cloro, sodio y
potasio. Estos minerales intervienen, entre otras cosas, en la regulación de
las contracciones musculares. Esta pérdida de minerales está relacionada con
los calambres.
Seguro
que habrás visto alguna vez, la típica la imagen del ciclista que, en etapas de
alta montaña, aprovecha la bajada de un puerto para ir comiendo. Lo que come
son aportes de glucosa que hará que sus DEPÓSITOS DE GLUCÓGENO SE LLENEN, para
compensar los que ha ido gastando a lo largo de la etapa y poder así afrontar
el resto de puertos que le quedan a un ritmo alto. De esta forma, además, evitará
las temidas pájaras que le podrían dar si gasta completamente su glucógeno
muscular y hepático, haciendo que vaya mucho más lento al comenzar a quemar las
grasas.
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